"Un encuentro rutinario", por Melitón Bruque

Me he atrevido a transcribir el encuentro que he tenido esta tarde porque me ha hecho tanto daño, que siento verdadero dolor y, por otro lado, siento vergüenza de que hayamos llegado a permitir que se den estas cosas y que las sigamos manteniendo y admitiendo, intentando dar excusas y justificaciones de “buenismo”, con el fin de no dar una imagen de exclusión. 

Sencillamente creo que no decir la verdad, no presentar el verdadero valor del mensaje, es una traición y una devaluación del mandato que hemos recibido de Jesús. Pienso que el RESPETO a la gente pasa y se establece en la base de la VERDAD. El Evangelio no se puede presentar edulcorado, ni arreglado al gusto de la moda que vivimos.

Esto que me acaba de ocurrir no es nuevo, sino que se viene repitiendo casi a diario y, fuera del grupillo de las 200 personas que componen nuestra comunidad, en este barrio de 12.000 habitantes, la imagen que se trasluce en este diálogo, enmarca perfectamente la identificación religiosa del resto. 

El dulce Nombre de Jesús

-Meditación-

Mi Señor, hoy se celebra Tu día, el día del Dulce nombre de Jesús.

Dulce como la miel, decía San Francisco de Asís. En Tu lengua materna, aún más dulce: Yeshúa.

Me imagino a nuestra Madre llamándote por las calles de Nazaret: ¡Yeshúa, Yeshúa! Y Tú, corriendo por las calles empedradas o polvorientas, diciendo: Ya voy, Madre…o mamá.

Nuestra Madre se llenaría de gozo al verte aparecer. Pero, al mismo tiempo, tendría presente la profecía de Simeón y sentiría encogerse Su Bendita Alma pensando en la espada que un día le atravesaría su también Dulce Corazón.

Y, a pesar de ello, no perdería su alegría, porque estabas con ella.

En su interior, sentiría que algo muy grande sucedería y que cambiaría al Mundo. No creo que supiera exactamente “qué”, pero estoy segura de que la fuerza de Tu Espíritu Santo la cubriría permanentemente, dándole la sabiduría que Ella necesitaba para ir procesando toda esa iluminación que había en su interior durante treinta y tres años.

Nuestra Madre iría colocando las piezas del puzle poco a poco, asociando a su proceso del “fíat” todo acontecimiento, por pequeño que fuera, y que en torno a Ti sucediera.

Y así, fue la primera corredentora junto a Ti, Yeshúa. Su corazón se fundió más y más con el Tuyo, viviendo con la misma intensidad que Tú, y con la ternura de una madre, de la Madre de toda la humanidad, toda nuestra salvación.

Y como Tú te entregaste, ella también se entregó. En silencio y de puntillas. Siempre en un segundo plano, supo mantener su “fíat”.

Jamás rechazó la Cruz, sino que la abrazó con la valentía que solo la Madre de Dios Hijo, la Hija de Dios Padre y la Esposa del Dios Espíritu Santo podía ser capaz de mostrar al mundo.

Esta maternidad Trinitaria transformó y redimió al mundo, y en él, a cada uno de nosotros y a mí.

Es así que pronunciar Tu nombre, Yeshúa, el Nombre sobre todo nombre, y hacerlo maternalmente mío, llamándote, buscándote, compartiendo mi vida Contigo, acompañándote, en el Calvario y abrazándome a la Cruz, en silencio, en un segundo plano, de puntillas…, pero con la valentía de ser hija de la Trinidad, me hace a mí, también, corredentora de la humanidad.

¡Bendito seas, Yeshúa!
Mi Señor, 
que no olvide ninguna mujer 
que su sed maternal, 
se encuentre en el estado que sea: 
casada, soltera, viuda, religiosa…,
es lo más grande que Dios le ha regalado. 

El olvido de esta grandeza
provoca grandes males en el mundo. 
Su desarrollo la hace corredentora, 
pues la cristifica y enaltece.


Mª. Carmen Illana