Ahora que estamos al comienzo de un nuevo curso pueden ocurrirnos muchas cosas y pueden cruzársenos muchas ideas y surgirnos muchos sentimientos que nos inviten a tirar la toalla y hacernos creer que no vale la pena luchar.
Hace poco, una persona muy querida me decía: “Mi hija, ahora que tiene ya dos hijos me preguntó el otro día: -Mamá, cómo fuiste capaz de aguantar y soportar todas las cosas que te hicimos cuando éramos niños y después jóvenes?-”. A propósito de esto, se me ha ocurrido hacer un recorrido por esas etapas por las que vamos pasando en la vida y en las que observamos que, en realidad, no hay nada nuevo, sino que solamente aparecen distintas las formas con las que se reviste la realidad: