Constantemente estamos escuchando por parte de los
inconformes protestas y propuestas pidiendo que la iglesia debe actualizarse y,
es cierto que la iglesia debe ponerse al día en un montón de cosas, como es el
soltar todo aquello que se le fue pegando en el transcurso de los siglos y que
hoy resulta obsoleto, antagónico, y hasta un anti-signo que está en contra de
lo que Jesucristo vivió, pensó y pidió a sus seguidores; en eso estoy
absolutamente de acuerdo que haya que hacer una conversión y volver a las
fuentes, esa es, precisamente, la “Nueva Evangelización” de la que se viene
hablando desde hace ya mucho tiempo, para, desde ahí, mirar de nuevo al mundo
en el que vivimos.
Pero los disconformes, no es ésta la
puesta a punto que piden, sino el que la iglesia se acople a los planteamientos
que establece el sistema político y económico que nos envuelve y que,
precisamente, no coincide en nada con los planteamientos de Jesús y su proyecto
del reino: los valores del Amor, de la Justicia, de la Verdad, de la Paz, de la
Libertad… no pueden entrar en convenio con la mentira,, la explotación, la
violencia, la deshumanización… Es imposible entrar en ningún tipo de convenio
de esta índole, no pueden entenderse el Amor con el odio, la verdad con la
mentira, la Paz con la guerra… Jesús lo diría de otra manera: “No se puede
servir a dos señores: a Dios y al dinero, porque o estás mal con uno para
servir al otro, o al contrario…
¿En qué quieren que la iglesia se
ponga al día: en el “divorcio exprés”, en el aborto, en la ideología de
género…? Yo me imagino la cara que pondrían aquellos que se acercaron a Jesús
para preguntarle: “Moisés nos permitió
que diéramos un acta de repudio a la mujer, ¿Tú qué dices?” Esperaban que
les diera la razón y siguiera machacando a la mujer, pero les salió el tiro por
la culata: “Por la dureza de corazón os
permitió Moisés hacer esto, pero no porque estuviera bien, pues al principio
las cosas no eran así… por eso, el que repudia a su mujer y se casa con otra,
comete adulterio…”
Aquella cara de indignación, de
desprecio y de condena que le pusieron a Jesús es la misma que hoy se
convertiría, y de hecho ocurre a cada momento, en insultos, en condenas y en “crucifixión”
mediática, pero aunque lo crucificaran en su tiempo y en el actual, las cosas y
la verdad no van a cambiar: “Los cielos y
la tierra pasarán, pero mi palabra no pasará”.
Ciertamente, hoy han cambiado mucho
las cosas, pero la palabra de Cristo sigue ahí presente, viva y vibrante, como
una campana que deja claro su sonido y su eco se prolonga en los siglos, aunque
vayan cambiando en los tiempos las formas, las ideas y hasta la concepción del
mundo y del hombre, pero ambos siguen estando ahí, independientemente de lo que
de ellos digamos, pues la definición que demos de las cosas no va a cambiar la
realidad; estoy pensando en la nueva definición que hoy se está dando de
“PERSONA” como “El animal que siente
y piensa” y, según eso, ahora andan muy preocupados en ver si los simios
piensan y se les está reconociendo derechos como personas, mientras se les
niegan esos derechos a los niños antes de nacer. ¡Esto es de locura!
Hay algunos que llevados de un
“buenismo” desorbitado, intentan sostener que el momento que vivimos pertenece
al ritmo cíclico de la historia y que, ahora nos está tocando volver a vivir lo
mismo que en otro momento se vivió y de lo que se salió cuando y como se pudo,
pero esto es una gran equivocación: el momento y las circunstancias que estamos
viviendo, jamás se dieron en la historia de la humanidad: vivimos en un mundo
globalizado, en donde las cosas se viven en tiempo real a nivel de todo el
planeta, hasta el último rincón de la tierra y en donde hay un control absoluto
de todo en todo el planeta, esto no ha ocurrido jamás y esto hace que todo sea
absolutamente diferente a como ocurrió en otras épocas.
Desgraciadamente se ha globalizado
el mal, cuando podría haberse globalizado el bien, pero se ha establecido la
insolidaridad, la corrupción, la explotación, el atropello de los derechos
humanos y de la dignidad de la persona… como normas convivencia. Se ha
globalizado también el desprestigio a los grandes valores tradicionales que
sostenían la grandeza del hombre: la VIDA, la VERDAD, la JUSTICIA, la LIBERTAD,
la PAZ… y se ha establecido el dinero como el único valor absoluto y como el
único horizonte al que se puede aspirar, mientras tanto, la persona se ha
reducido a un instrumento a su servicio y a un número que significa un voto.
Se ha apostatado de la fe en estos
grandes valores y la humanidad entera se dirige hacia una situación de muerte:
lo estamos viendo que se pueden constatar, incluso a niveles físicos, con la
agresión que se está haciendo al planeta.
En este marco, la FAMILIA CRISTIANA está sufriendo
las peores agresiones de toda su historia, pues se la considera obsoleta,
desfasada, anacrónica y contracultural y por ello, está todo estructurado para
que no pueda levantar cabeza: vemos que en ella no caben los hijos, los
ancianos ni los enfermos, pues no hay ni espacio físico ni tiempo para
dedicarlo a ellos ni para la convivencia.
Por otro lado, el bombardeo y el
acoso organizado es tremendo: el aborto, el divorcio, las relaciones libres de
todo compromiso, la anticoncepción, el sexo vivido como un gozo lícito sin
responsabilidad… y el desprestigio generalizado de la institución familiar
catalogada como obsoleta, retrógrada, represiva y manipulada por la religión,
frente a una concepción nueva de modelos de familia que se presentan como
alternativa al modelo tradicional.
Lo grave del tema es que, de alguna
manera, el ordenamiento político y social estaba basado en esta estructura
familiar, pues la sociedad se entendía a sí misma como la gran familia, con un
ordenamiento ético que comporta unos derechos y unos deberes para todos; desde
siempre se consideraba a la familia como la primera célula de la sociedad; cuando
rompemos este referente primario y fundamental, se nos viene todo abajo y nos
quedamos en el aire; así, pues, rota la base, el edificio se viene abajo y
ahora hay que andar buscando un nuevo modelo en el que puedan encajar las
piezas sueltas, pero tenemos el gran problema que, al haber desechado los
grandes valores que sostenían el edificio, ahora nos encontramos que se está
intentando poner como referente algo que no tiene consistencia alguna, pues en
el relativismo lo que hoy es mañana no tiene por qué ser.
¿Cómo mantener la FAMILIA CRISTIANA
en un contexto como el que vivimos? Resulta casi imposible: para que nos
podamos hacer una idea creo que puede valernos el ejemplo de un hospital de
campaña donde se está luchando contra una epidemia mortal (recordemos el Ébola):
no basta con decirle a los cristianos que resistan, con darles cursos de
fortalecimiento de la fe y las costumbres, con hacer un acompañamiento… es
necesario una estructura política y social que les defienda, les ayude a
sostenerse y los proteja, de la misma
manera que los médicos y los enfermeros en ese hospital, necesitan unos trajes
especiales que los protejan, para poder convivir con los infectados pues de lo
contrario, ellos morirán de la misma manera.
Hoy, a la familia cristiana, no
basta con animar a los creyentes, con obligarles a hacer cursos
pre-matrimoniales, con invitarles a que sean coherentes con sus ideas, a montar
un movimiento matrimonial que los acompañe… para que se puedan mantener en un
ambiente hostil como el que tenemos; se necesitan estructuras políticas y
sociales de apoyo a la familia, a la natalidad, a la educación; leyes que la
defiendan: estamos viendo de forma vergonzosa el problema que se está dando
frente a la natalidad, frente a los hijos: tanto para traerlos, para criarlos
como para educarlos; el derrumbe total, si es que no cambia el horizonte, le
vamos a ver dentro de muy pocos años cuando desaparezca la generación actual de
abuelas que son las que son las que le están haciendo frente al problema de la
natalidad y de la educación, terminada esa generación, todo queda a la deriva:
será imposible tener un hijo.