Esta
mañana fui a una oficina pública para entregar una documentación que me pedían;
primero, con un gesto agrio y agresivo me dijo la persona que se encontraba
detrás de la ventanilla que estas cosas debo hacerlas a través de internet; le
contesté que yo no tengo de eso, haciéndome eco de la gran cantidad de personas
mayores que no tienen idea del tema.
Me tira un papel para que lo rellene y sigue
mascullando un lenguaje incomprensible.
No me di cuenta de rellenar la casilla donde
se indica el distrito postal al que pertenece mi calle; casi me expulsa de la
ventanilla donde me atendía, insultándome y protestando porque “las cosas no se pueden hacer así, pues
luego vienen los fallos y las protestas y las culpas siempre se las cargan
ellos…”
Me han entrado ganas de decirle: ¿Y
para qué está usted ahí cobrando el sueldo que le pagamos? Pero preferí
callarme porque hubiera montado un escándalo y me hubiera colocado a su misma
altura. Ya sé que otro me dirá que debería haber pedido el libro de
reclamaciones…
Efectivamente, habría muchas formas de
llamarle la atención. Yo he preferido ésta en la que todos podemos sacar una
conclusión y llevarla a nuestra propia vida:
Una persona preparada, eficiente,
inteligente, educada, agradable, sensata…allana el camino, quita los
obstáculos, hace fácil el trabajo a todos… incluso con amabilidad rellena ella
misma el papel, si es que ve que la otra persona tiene dificultad, porque para
eso está puesta allí, para eso cobra un sueldo, le hace fácil al cliente la
operación que está fuera de su ámbito y es fácil que se confunda, es decir,
realiza correctamente su servicio.
Pero está visto y comprobado: cuanto
más inútil, inepta, incapaz, incompetente, desagradable, ineducada… es una
persona, más difícil pone las cosas, más lo complica todo. Me imagino que es la
única forma que tiene para decir al público que atiende que lo que está
haciendo es importante.
En cambio, cuanto más inteligente, más
preparada, más eficaz, más segura… es una persona, te la encuentras que,
incluso el trabajo más difícil y complicado lo hace fácil, es sencilla,
agradable, cercana y lo último que se le ocurre es hacer que el que está
pidiendo un servicio se sienta agobiado y, menos aún, abochornado.
Por el contrario, el que fue a pedir el
servicio, sale satisfecho, se ha sentido escuchado, valorado y se vuelve feliz
de haber encontrado a una persona que lo trató con dignidad poniéndolo a su
altura, pues el grande rompió todas las distancias y barreras, sobre todo si te
vio que estabas agobiado o un poco nervioso porque no dominas el tema.
Y es que hay gente para todo:
Hay gente linda que te acoge con una
sonrisa amplia; al encontrarte con ella, sientes como que se hubiera abierto
una gran puerta de par en par, la puerta del corazón y cuando ha recibido tu
sonrisa como respuesta, se pone a tu disposición, y va delante de ti
conduciéndote y evitando que puedas tener posibles dificultades, fracasos o
caídas, pues siente que tu problema es el suyo.
Hay gente lida que cuando te escucha lo
hace con el corazón y pone en atención toda su persona, se entrega en cuerpo y
alma, y lo hace mirándote a los ojos y no pendiente al móvil en el que suenan
las llamadas del WhatsApp y está pendiente para ver quién le ha llamado, La gente linda, en cambio, corta todos los
teléfonos y centra su atención en ti. Te deja hablar hasta que has dicho lo que
querías sin interrumpir el hilo de tu exposición, sin juzgarte antes de
escucharte, porque le importa mucho tu opinión, y la situación que atraviesas, porque
hace suyos tus sentimientos de alegría o de tristeza.
Es gente grande que te respeta, que no
permite que hablen mal de ti cuando estás ausente, por eso te cuida, te valora
y no soporta que hagas el ridículo o se burlen de ti, por eso no duda en
corregirte o advertirte de palabras o situaciones complicadas y te aconseja
para evitarte problemas… hasta te corrige si es que cometes una falta de
ortografía.
Hay gente linda que te quiere tal como
eres y no por lo que tienes: título, dinero, estatus social, ni siquiera por tu
belleza o simpatía. Te quiere “porque sí”, sin más razones ni argumentos, tal
como lo hace Dios, porque el AMOR no tiene razones, es absolutamente gratuito,
por eso no te fuerza a nada, no te controla, no te impone nada, no lleva cuenta
de los fallos ni los guarda para luego refregártelos en el momento de la
próxima caída.
La persona que te ama de verdad, se fía
de ti y confía en ti plenamente, pues el amor se fundamenta en la confianza en
el otro, por eso jamás un verdadero amor quita la libertad, pues sabe que un
amor forzado o interesado es una opresión.
El verdadero amor no exige respuestas,
ni amenaza si es que no las obtiene; un amor verdadero es el regalo más grande
que podemos obtener en la vida y, la persona que ama de verdad, es el tesoro
más hermoso que podemos encontrar. Pero precisamente, por ser lo más grande,
cuando no es auténtico se convierte en el peor de los castigos.
Hay gente linda que te quiere de verdad
y en tu dolor o tu fracaso sientes que sufre a tu lado, pues tu dolor lo siente
suyo y no te reprocha nada, ni te culpa recordándote las veces que te lo
advirtió, con lo que multiplica tu dolor y tu fracaso, haciéndote sentir
despreciable. Por el contrario, se pone a tu lado para ayudarte a levantarte.
Esa gente entrañable la tendrás siempre
a tu lado, dándote una idea interesante, apoyándote en lo que hayas decidido y
poniéndose a tu disposición, incluso apoyándote económicamente con lo que
puede, cuando lo necesitas, sin buscar otro interés que tu triunfo; por eso te
apoya, te sostiene, te anima, se alegra contigo y celebra tu triunfo.
Esta gente te quiere tanto, que está
pendiente hasta de los detalles más simples: tu santo, tu cumpleaños y hasta
tus gustos…
La presencia de la gente linda que te
quiere es como una corriente de aire fresco en un día de calor sofocante o como
encontrar en un día de calor como el de hoy (42º C) una fuente de agua fresca y
cristalina que te refresca, te sana, te limpia te reanima, te devuelve las
ganas de vivir…
Es esa gente que sientes la necesidad
imperiosa de verla, de abrazarla, de estar a su lado, de escucharla, de sentir
que te escucha porque te sientes amado, comprendido, acogido, aceptado… Esa
gente se hace necesaria y… yo diría que se hace imprescindible para la vida.
Por todo eso, dice el libro de los
Proverbios: que quien encuentra un amigo encuentra un tesoro y quien encontró a
alguien que lo ama de esta manera, ha de responderle con la misma moneda y
cuidar ese amor como el tesoro más valioso, como lo único que le da sentido a
la vida, porque vivir sin amar o ser amado no es vivir.
Por eso, considero que el mayor de los
errores, la peor de las equivocaciones que se pueden cometer en la vida es
romper, matar, ensuciar, destrozar, abandonar… el gran tesoro del AMOR, que es
el sentido que Dios regala para vivir la vida y ser feliz. El error más
tremendo y mortal es el no reconocer el AMOR
S.
Juan lo dice bien claro: “La condenación consiste en no reconocer al Hijo de
Dios”. Es que DIOS ES AMOR y no hay cosa más grande en el universo que saber
que tenemos un puesto en el corazón del AMOR en el corazón de DIOS.