Monición de entrada. Domingo 14 º t.o., Ciclo C

"Designó el Señor otros setenta y dos, y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: “La mies es abundante y los obreros pocos: Rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como a corderos en medio de lobos. No llevéis talega, no alforja ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa decid primero: “Paz a esa casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan: porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: “Está cerca de vosotros el Reino de Dios”. Cuando entréis en un pueblo y no os reciban, salid a la plaza y decid: “Hasta el polvo de vuestro pueblo, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que está cerca el Reino de Dios”. Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para ese pueblo””. Los setenta y dos volvieron muy contentos y le dijeron: “señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre”. Él les contestó: “Veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: Os he dado potestad para pisotear serpientes y escorpiones y todo el ejército del enemigo. Y no os hará daño ninguno. Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están grabados en el cielo”

Diálogos desde el Evangelio. Domingo 14º del t. o., ciclo C

Monición de entrada. Domingo 13º del t.o., Ciclo C

Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante. De camino entraron en una aldea de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén. Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron: “Señor, ¿Quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?”. El se volvió y les regañó. Y se marcharon a otra aldea. Mientras iban de camino, le dijo uno: “Te seguiré a donde vayas”, Jesús le respondió: “Las zorras tienen madriguera y los pájaros, nido, pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza”. A otro le dijo: “Sígueme”. Él respondió: “Déjame primero enterrar a mi padre”. Le contestó: “Deja que los muertos entierren a sus muertos, tú vete a anunciar el Reino de Dios”. Otro le dijo: “Te seguiré, Señor, pero déjame primero despedirme de mi familia”. Jesús le contestó: “El que echa mano al arado y sigue mirando atrás, no vale para el Reino de Dios

Diálogos desde el Evangelio. Domingo 13º del t.o., Ciclo C

Monición de entrada. Domingo 12º del T.O.

Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó: “¿Quién dice la gente que soy yo?”. Ellos contestaron: “Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas”. Él les preguntó: “Y vosotros, ¿Quién decís que soy yo?”. Pedro tomó la palabra y dijo: “El Mesías de Dios”. Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y añadió: “El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día”. Y dirigiéndose a todos, dijo: “El que quiera seguirme, que se niegue a si mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará”.

Diálogos desde el Evangelio. Domingo 12º del T.O.

La Interpretación, por Juan Jesús Campos Momblant

Hay perlas que deben salir a la luz para ser admiradas. Así ocurre con nuestro grupo de teatro La Cabria. Y así creemos que ocurre con el poema que Juan Jesús Campos Momblant les dedicó después de la representación que hicieron en la SAFA, en la reunión que tuvieron de evaluación, en la que fueron manifestando todo lo positivo que habían encontrado en el tiempo que llevaban juntándose. Hemos conseguido que nos lo preste para compartirlo con todos vosotros. Creemos que esta movida alrededor del grupo de teatro ha sido una de las cosas lindas que han ido naciendo despacito en este tiempo en nuestra comunidad.

Testimonio de un sacerdote

Si algo de bueno está teniendo todo lo que, a raíz de la salida a la luz pública de los casos de pederastia, y el tratamiento que de todo ello se está haciendo en algunso medios, es que también nos hemos puesto las pilas en el sentido de poner en valor la tarea de la inmensa mayoría de los sacerdotes de nuestra Iglesia. Por ello os dejamos este testimonio del Padre uruguayo Martín Lasarte: sus palabras hacen que se nos pongan los pelos de punta.

Diálogos desde el Evangelio. Domingo 11º del t.o. C

Monición de entrada. Domingo 11º del t.o. Lc. 7,36-8,3 Ciclo C

Un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, enterado en casa del fariseo se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume, y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con su perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado, se dijo: “Si éste fuera profeta, sabría quien, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora”. Jesús tomo la palabra y le dijo: “Simón, tengo algo que decirte”. Él respondió: “Dímelo maestro”. Jesús le dijo: “Un prestamista tenía dos deudores: una debía 500 denarios, y el otro 50. Como no tenía con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más”. Simón contestó: “Supongo que aquel a quien le perdonó más?”. Jesús le dijo: “Has juzgado rectamente”. Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón: “¿Ves a esa mujer? Cuando yo entré a tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo, sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor: pero al que poco se le perdona, poco ama”. Y a ella le dijo: “Tus pecados están perdonados”. Los demás convidados empezaron a decir entre sí: “¿Quién es éste, que hasta perdona pecados?”. Pero Jesús dijo a la mujer: “Tu fe te ha salvado, vete en paz?”. Después de esto iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio del reino de Dios; lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades: María Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, intendente de Herodes; Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes.

Curso bíblico. Cuaderno V







CURSO BÍBLICO
Cuaderno nº 5

Temas para el estudio y reflexión comunitaria de la Sagrada Escritura en asambleas familiares

Versión para imprimir aquí.

Monición de entrada. Domingo de Corpus Christi, CICLO C, Lc. 9, 11b-17

Jesús se puso a hablar al gentío del reino de Dios, y curo a los que lo necesitaban. Caía la tarde y los Doce se le acercaron para decirle: “Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida; porque aquí estamos en descampado”. El les contestó: “Dadles vosotros de comer!. Ellos replicaron: “No tenemos más que cinco panes y dos peces, a no ser que vayamos a comprar de comer para todo este gentío” (Porque eran unos cinco mil hombres). Jesús dijo a sus discípulos: “Decidles que se echen en grupos de cincuenta”. Lo hicieron así y todos se echaron. Él, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y recogieron las sobras, doce cestos.

Diálogos desde el Evangelio. Domingo de Corpus Christi, Ciclo C