LA FAMILIA FUENTE DE ESPERANZA Y ESCUELA DE HUMANIDAD


“Un padre estaba viendo un partido de fútbol en la televisión. Sus hijos, se encontraban inquietos, no dejaban de juguetear a su alrededor y de molestarle. Para distraerlos, tomó una hoja de periódico en la que se encontraba un mundo dibujado y la rompió.

- Armad este rompecabezas del mundo- les dijo.

Para su sorpresa, a los 5 minutos regresaron con el “rompecabezas” armado.

- ¿Cómo lo hicisteis tan rápido? - les preguntó su padre.

- Fácil - respondieron los niños – detrás del dibujo del mundo se encontraba el de una familia. Juntamos la familia y el mundo se unió también”.

Pensar en la esperanza para este mundo en el que está en crisis no sólo en la economía, también en la política, la moral, la ética… en los valores humanos, indudablemente pasa por reflexionar sobre la familia, pues es el referente natural que todo individuo tiene, pues la familia es el espacio donde el amor se hace desprendimiento, o al menos así lo he visto yo en la historia de mi familia y en tantas otras de mi entorno. Cuando un miembro de la familia ha tenido una enfermedad, ha envejecido, se ha quedado en paro o ha sufrido un fuerte trauma, la familia ha sido sostenimiento, apoyo, ayuda, compañía, consuelo… Puede resultar en nuestro tiempo chocante porque las familias que nos presentan como modelo, por ejemplo en las series televisivas y en muchos medios de comunicación, no se parecen en nada a esto que acabo de definir, son más bien aberraciones insufribles y degradantes (véase como botón de muestra “Escenas de matrimonio”).

No podemos negar que la familia y el matrimonio atraviesan unos momentos difíciles, están en crisis, el modelo que teníamos de familia se está intentando destruir, haciendo que aparezca como algo trasnochado y caduco, que ya no se lleva y nos lo creemos, dejamos que se destruya, no exigimos su protección ni prevemos las consecuencias. Y esto es gravísimo, porque la familia es fuente de esperanza y escuela de humanidad. Es la célula básica de la sociedad donde la persona aprende desde su nacimiento valores que serán fundamentales en su vida y en la de los demás, redundando en beneficio de la sociedad y del mundo.

Y el primero y fundamental de estos valores es el amor, porque a amar se aprende siendo amado y amando: recibes sonrisas, aprendes a dar sonrisas; recibes cariño, aprendes a darlo; eres respetado, tienes un modelo para respetar a los demás; ves entrega y donación, aprendes el valor de la gratuidad, de la solidaridad, de la colaboración…; se comparten los bienes y se sostiene a todos sus miembros, especialmente a los más débiles; aprendes a compartir. ¿Dónde encontramos mejor espacio de enseñanza y aprendizaje para la persona? ¿Qué institución le proporciona la seguridad, la confianza, la estabilidad y la seguridad de ser amado como lo hace la familia?

En la familia, a la persona se le reconoce su dignidad, es amada en sí misma independientemente de sus capacidades psíquicas o físicas, de su personalidad, de su utilidad o rentabilidad, es querida con sus debilidades y defectos. En este sentido dice el Concilio Vaticano II: “la familia es la escuela del más rico humanismo” porque en ella el hombre aprende a ser hombre, encuentra su pleno desarrollo, su realización integral, su riqueza máxima. Es el ámbito más adecuado para que se dé un aprendizaje verdaderamente humano,


Visión cristiana de la familia


“Amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor”. (1 Jn 4, 7-8)

Para los cristianos, el amor fiel, gratuito, incondicional, auténtico… que se vive en la familia es reflejo del amor que Dios nos tiene, o al menos esto debería ser para nosotros. La familia cristiana es testimonio y ejemplo del amor de Dios hecho realidad palpable, por eso Jesucristo elevó esta institución natural a rango de sacramento. La familia es un tesoro que hay que cuidar y proteger, es un bien que engrandece y enriquece a la persona, es el futuro de la humanidad.

El hecho de que sea el espacio privilegiado donde se cultivan los grandes valores del hombre, en donde el ser humano aprende a relacionarse como persona, no quiere decir que no haya dificultades y que la convivencia sea fácil. Faltaríamos a la verdad si pensáramos la familia como en un remanso de paz constante o si intentáramos esconder los conflictos en base a mantener una paz que sería ficticia. La salud y madurez de la familia está en la forma en que se esfuerzan para resolver sus problemas y en cómo afrontan las adversidades. En estos momentos más que nunca, debemos ser realistas para poder encontrar soluciones factibles a la crisis que sufre la familia y los matrimonios.

Remitámonos al capítulo 13 de la primera carta de San Pablo a los Corintios donde hace una descripción hermosísima de las características del amor:

“El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.”

En la sociedad hedonista en la que vivimos este modelo de amor queda muy lejos, desfasado, caduco porque el lema es “tengo derecho a ser feliz” y ese derecho implica que no tengo por qué sacrificarme ni esforzarme por el otro, el individualismo, el egoísmo, la satisfacción propia es lo que prima. Este amor es posible pero requiere esfuerzo, fidelidad, donación, perdón…. La práctica de este amor es uno de los mayores regalos que puede tener una persona, es una garantía de futuro para la sociedad.

¿Cómo es posible que el pilar sobre el que se asienta la sociedad se esté destruyendo? ¿Cómo es posible que no se proteja a la familia? ¿Cómo podemos ser tan inconscientes de las consecuencias que tiene y permanezcamos impasibles? Despojemos a la persona de la familia y la dejaremos a merced de la manipulación, del egoísmo, de la soledad.

No, no me produce ninguna gracia ver en televisión escenas de matrimonios que se insultan, se odian, se pelean, ver como es un odio masoquista lo que los mantiene unidos. No, no me produce ninguna gracia porque la familia es garantía de esperanza en momentos de crisis, es garantía de futuro para la humanidad.