Diálogos desde el Evangelio. Domingo 17º del T.O., ciclo C



Lectura del santo evangelio según san Lucas 11, 1-3
En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los Zebedeos con sus hijos y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: ¿Qué deseas?
Ella contestó: Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.
Pero Jesús replicó: No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?
Contestaron: lo somos.
Él les dijo: Mi cáliz lo beberéis; pero el puesto a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre.
Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús, reuniéndolos, les dijo: Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo.
Igual que el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos.
Palabra del Señor

DIÁLOGO

N: Amigo Jesús: Las madres siempre desean lo mejor para sus hijos, aunque algunas veces se equivoquen, como le ocurrió a la madre de los Zebedeos, Santiago y Juan. El momento no podía ser más inoportuno, pues acababas de anunciar por tercera vez tu pasión, pero las madres son las madres y esta soñaba con ver a sus hijos como los primeros ministros de tu Reino.
+Jesús: Es verdad, amigo. Estábamos ya cerca de Jerusalén y yo sabía lo que me esperaba, aunque mis discípulos no encajaron en sus esquemas lo que yo les sobre mi destino. Es posible que la madre de los Zebedeos supiera lo que yo les prometí una vez: “vosotros que me habéis seguido, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, os sentaréis también vosotros en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel”. (Mt.19,28).
N: Posiblemente los hijos contarían a la madre tu promesa y ella se diría: pues “mis hijos los primeros”. Normal.
Pero yo me digo: ¿qué tendrá el poder para convertirse en un deseo central del corazón, cuando se enciende una pequeña luz para conseguirlo?. Los Zebedeos deseaban que tú, amigo Jesús, accedieses a la petición de su madre, pero los otros diez se enfadaron, señal de que ellos deseaban lo mismo.
+Jesús: Por eso, con tono un poco fuerte, les dije: Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo.
N: Qué sabia lección, Maestro amigo, pero qué difícil llevarla a la práctica. En toda la historia de tu Iglesia encontramos seguidores tuyos, revestidos del poder humano y, a veces, hasta ejerciendo el poder despóticamente. En el fondo, todos tenemos el peligro de ansiar ser más que los otros, aunque cuando lo pensamos y vemos tu ejemplo, nos damos cuenta que lo nuestro no es mandar, sino servir.
+Jesús: Hoy, día de Santiago el Zebedeo, mucha gente ha acudido al grandioso templo. Hablará un representante del gobierno y el Obispo. Ojalá que lo que digan no sean palabras que se las lleva el viento, sino que entrañen el deseo de crear un mundo, en el que tengan sitio todos los habitantes de la tierra. Que el humo del botafumeiro no obnubile la mente de los que mandan, sino que eleve hacia el cielo los deseos eficaces de paz, de justicia y de amor.