Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: Éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz, y ese fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan, a que le preguntaran: “¿Tú quién eres?” Él confesó sin reservas: “Yo no soy el Mesías”. Le preguntaron: “Entonces ¿Qué? ¿Eres tú Elías?”. Él dijo: “No lo soy”, “¿Eres tú el Profeta?” Respondió: “No”. Y le dijeron: “ ¿Quién eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, ¿qué dices de ti mismo?” Él contestó: “Yo soy la voz que grita en el desierto: “Allanad el camino al señor” (Como dijo el Profeta Isaías)”. Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: “Entonces, ¿por qué bautizas, si tú no eres el Mesías, ni Elías ni el Profeta?” Juan respondió: “Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, que existía antes que yo y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia”. Esto pasaba en Betania, en la orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando. (Jn. 1, 6-8. 19-28)
DÍALOGO
Jorge.- ¿Tú Quién eres? Juan el Bautista, tenía claro que responder a los enviados de los judíos. Conocía su misión: “Preparar el camino al Señor”
Irene.- Juan se mostraba, como una herramienta del Señor, enviado para cambiar los corazones egoístas por solidarios; los corazones distraídos en tonterías, por corazones comprometidos con la justicia.
Pablo.- Fue el último y más grande de los profetas, y vivió humildemente, en el desierto, vestido con pieles de camello: ¡Solo le importaba dar testimonio de la llegada de Dios!
Lucía.- ¡La Navidad ya se acerca! El mismo Dios se hace niño, para poder entrar en nuestros corazones. Pero ¿Cómo vivimos este tiempo de espera?
Jorge.- Haz un lista, con las cosas necesaria para preparar la Navidad, de las cosas que crees que te harán feliz.
Irene.- Pero, juega a ser como Juan el Bautista: ¡Primero!: Piensa con quién estás enfadado, o no lo tratas bien: “¿Quizás tus padres y tus hermanos?” o, “¿Un amigo del colegio?”
Pablo.- Cambia tu actitud con ellos, pídeles perdón, o perdónales, dales un fuerte abrazo, y hasta suelta un “te quiero”. ¿Te da vergüenza? Por la llegada de Jesús merece la pena.
Lucía.- ¡Segundo!: Cuidado al llenar la despensa y la mesa: ¡Lo importante no es lo que comas! ¿Compartes tu mesa y tu comida con los más solitarios y necesitados?
Jorge.- ¡Tercero!: La lista de regalos y juguetes, suele ser interminable: ¡Borra los que te hacen egoísta, violento, huraño, solitario, y los que no vas a prestar o compartir! Solucionado: ¡Vaya, qué pocos han quedado!
Irene.- ¡Cuarto!: ¿Cómo vas a ocupar tu tiempo libre? ¿Te vas a quedar encerrado sólo con el ordenador o la consola? Recuerda: ¡Tienes que anunciar que Jesús va a nacer!
Pablo.- Coge de la mano a tus padres, sácalos de las tiendas, y visita a tus abuelitos, o a los amigos enfermos, o ayuda a repartir comida, ropa y juguetes en Cáritas de tu parroquia.
Lucía.- Y por último, o quizás lo primero: ¡Dale Gracias a Dios, por la vida, por el cielo, por tu familia! ¡Y abre las puertas de tu corazón, de par en par, a ese niño que va a nacer! ¡Monta un Belén en tu corazón! Y ahora, pregúntate: ¿Tú, quién eres?