El sacrificio del hijo único (b)
Christian (Cristiano o seguidor de Cristo): Mi amigo entrañable Abraham: te ví el otro día muy nervioso.
Abraham: Es que es muy duro oír a mi hijo preguntarme inocentemente:
Padre: «aquí está el fuego y la leña pero ¿dónde está el cordero para el holocausto?»
Christian: Ciertamente tendrías el alma destrozada.
Abraham: Y más que destrozada. Resonaban en mí las promesas que Dios me hizo varias veces: te daré una descendencia más numerosa que las estrellas del cielo y que las arenas del mar. Te haré padre de una gran muchedumbre. Esto ha-cía que viera la esperanza en Dios como una torcía de candil, esperanza que me llevaba a fiarme de Él sin reservas.
Christian: Me desconciertas, amigo Abraham y me haces sentir una gran admiración, pues esperas contra toda esperanza. ¿Y qué contestaste a tu hijo?
Abraham: Dios me dio una seguridad inexplicable, pues con toda fortaleza y confianza a la pregunta de mi hijo sobre el cordero para el holocausto le contesté: «Dios proveerá el cordero para el holocausto, hijo mío.» Y seguimos andando los dos juntos.
Christian: El camino del silencio, el camino de la amargura, el camino de la prueba, el camino hacia la cruz, el camino de la duda, el camino del sufrimiento, el camino del amor frustrado, el camino de la espera sin razones para esperar...los caminos incomprensibles de nuestro Dios.
Abraham: Cierto, ese fue nuestro camino hacia el monte Moriah, y digo “nuestro” porque estoy seguro de que mi hijo iría también desorientado. Tengo un nudo en la garganta, por lo que seguiremos el próximo día.