Me he atrevido a transcribir el encuentro que he tenido esta tarde porque me ha hecho tanto daño, que siento verdadero dolor y, por otro lado, siento vergüenza de que hayamos llegado a permitir que se den estas cosas y que las sigamos manteniendo y admitiendo, intentando dar excusas y justificaciones de “buenismo”, con el fin de no dar una imagen de exclusión.
Sencillamente creo que no decir la verdad, no presentar el verdadero valor del mensaje, es una traición y una devaluación del mandato que hemos recibido de Jesús. Pienso que el RESPETO a la gente pasa y se establece en la base de la VERDAD. El Evangelio no se puede presentar edulcorado, ni arreglado al gusto de la moda que vivimos.
Esto que me acaba de ocurrir no es nuevo, sino que se viene repitiendo casi a diario y, fuera del grupillo de las 200 personas que componen nuestra comunidad, en este barrio de 12.000 habitantes, la imagen que se trasluce en este diálogo, enmarca perfectamente la identificación religiosa del resto.
-Por favor, quisiera hablar con el cura de la parroquia
- Sí, soy yo. Dígame en que lo puedo servir.
-Es que tengo un niño y quiero bautizarlo; vine para ver qué papeles tengo que traer, para que me diga cuánto me va a cobrar, y ver cuándo me lo puede bautizar.
- Muy bien, cuando ustedes quieran; y, por lo del precio… no se preocupe, hombre, eso es tan grande e importante que no se puede vender ni comprar.
- Pues verá, es que mi hermano le dan unos días de vacaciones y viene para el día de S. José y quisiéramos aprovechar para celebrarlo ya que estaremos toda la familia junta, pues queremos que sea él el padrino.
- Pero verá, para esas fechas estamos en tiempo de Cuaresma y en ese tiempo no solemos bautizar, pues solemos celebrar el bautismo el día de Pascua, que es el momento solemne del bautismo y este tiempo nos vamos a ir preparando para la celebración de ese día…
- ¿Y eso quién ha dicho que tiene que ser así?
- Hombre, lo dice la Iglesia y es tradición de hacerlo así desde hace mucho tiempo; esto es lo que solemos hacer en nuestra parroquia.
- Pues tiene que hacérmelo el día que yo quiero, porque comprenderá que no vamos a estar pendientes a cuando a ustedes se les ocurra hacer las cosas. Además, usted imagine que mi hermano ya ha preparado la fiesta, incluso ha contratado dos payasos que van a venir, pues el momento del bautizo van a hacer un número aquí en la iglesia para los niños de la familia y ya ha dado, incluso, una señal, comprenderá que no va a perder ahora el dinero…
- Pues mire usted, yo siento mucho que hayan hecho y programado ya todas esas cosas sin contar con la parroquia.
- Pues eso se tiene que hacer y si no, ya iré yo a hablar con quien tenga que hacerlo y usted verá cómo se las arregla.
- Bueno, pues me parece muy bien que vaya usted y hable con quien quiera, simplemente le estoy diciendo lo que solemos hacer en la comunidad. ¿Usted dónde vive? Porque yo no lo veo por aquí nunca…
- Es que a mí no me gustan estas cosas, pues no estoy de acuerdo con lo que hace la Iglesia; lo que pasa es que en mi familia, esto se tiene por costumbre y yo no voy a ser el que la rompa... ¡que si por mi fuera...!
- Y ¿está usted casado en la Iglesia?
- Pues no, para qué lo voy a engañar. ¿Eso tiene que ver con el bautismo?
- Y ¿no han pensado casarse algún día?
- ¡Pues no! A mi mujer y a mí no nos van esos rollos; después, si hay algún problema y dices de divorciarte, la Iglesia no busca más que dinero y te hace la vida imposible…
- Mire usted, yo no me voy a meter en sus decisiones, ni le voy a obligar a que ustedes hagan lo que no ven ni están de acuerdo, pero sí tengo que decirle que, para que usted decida bautizar a su hijo, debe saber y estar de acuerdo con lo que eso es y significa, para que la Iglesia le pueda encomendar la misión de alentar, cuidar y guiar a su hijo en la fe que le da la Iglesia, pero si usted me dice que eso es un rollo y que no está de acuerdo... entonces debería buscarse un padrino que reúna estas condiciones: que sea un buen cristiano, que esté de acuerdo con la Iglesia, que viva en la fe en Jesucristo… con el fin de que su hijo lo pueda mirar y conducirse en el camino de Jesús, por eso debe ser una persona bautizada, confirmada y que viva como un buen cristiano, en comunión con la Iglesia, de tal forma que pueda representar a la comunidad cristiana en la que el niño va a vivir su fe.
- Mire usted, todo eso que me está diciendo se lo está inventando ahora, pues yo no he escuchado nunca esto que me dice; es más, yo soy padrino de mis dos sobrinos y no estoy confirmado, ni hago nada de lo que usted me está diciendo, y no me pusieron pegas de ninguna clase, pues –como le he dicho antes- no estoy de acuerdo con la Iglesia. El padrino de mi hijo va a ser mi hermano que, como yo, tampoco está confirmado, ni casado, pero él quiere ser el padrino de mi hijo y yo no voy a permitir que sea otro ni que se lo impidan.
- Pues mire usted, vuelvo a repetirle: yo no quiero obligarle a hacer nada que usted desprecie, pero tengo que decirle que esto es lo que ofrece la Iglesia y yo no puedo darle otra cosa: si usted quiere bautizar a su hijo, debe traer a una persona que responda de la fe de ese niño y, para ello ha de estar en comunión con la Iglesia.
- Pero ¿puede explicarme qué es esa tontería de la confirmación y de estar en comunión con la Iglesia que se les ha metido ahora a todos los curas?
-Verá: eso no es una tontería ni un capricho, -como usted dice- eso es el sacramento que indica la madurez en la fe de un cristiano que se compromete a ser testigo de Jesucristo.
- Bueno, eso es lo que usted dice, pero eso no es lo que yo entiendo por un cristiano y ustedes, con esos rollos que se están inventando, están dando lugar a que la Iglesia sea odiada por todo el mundo, pues lo único que hacen es aprovecharse de todo el que cogen por delante. Así es que aténgase a las consecuencias, porque yo me voy a mover. Ya se encontrará usted con quien lo ponga en su sitio…
Y se marchó insultándome, despotricando en contra de los curas, de la Iglesia, de todos los que se acercan a la comunidad eclesial y amenazando con ir a hablar con el obispo, con traer los medios de comunicación y con hablar con otro cura que haría lo que él está pidiendo.
Esta conversación que transcribo es real y, en mayor o menor similitud, para una cosa o para otra, nos lo vamos encontrando a cada momento en los diferentes aspectos de la vida de la Iglesia, pues se la ha tomado como una oficina que vende ritos acomodados a las situaciones sociales que se organizan y, al sacerdote se le alquila para la ceremonia, de la misma manera que a los payasos, con el agravante de que los payasos cobran por su actuación, mientras al sacerdote se le obliga a que haga la payasada gratuitamente, porque -según estas personas- ya cobra su buen sueldo del estado, pagado por todos los contribuyentes y debe estar a disposición del que lo necesite para lo que quieran y a la hora que deseen.
Esto mismo que expreso, nos lo encontramos a cada momento en las filas de los que vienen a Caritas: se acercan con los humos subidos exigiendo, pues consideran que allí se da dinero y alimentos por parte del Estado para que lo reparta la Iglesia.