CARTA DE UN CRISTIANO A EUROPA

Sin humanismo cristiano no hay Europa, no existes…¿Lo entiendes?”

14.05.2014
Tras hacer entrega a Jaime Mayor Oreja del Premio de Ayuda a la Iglesia Necesitada, el consejero de AIN Jaime Noguera escribe esta carta a su «querida Europa», seriamente amenazada de muerte.
Creo que vale la pena detenerse un rato para leerla ahora que estamos a las puertas de unas votaciones,  a las que nos llevan como borregos sin saber qué vamos a votar, ni qué es lo que quieren; porque lo que sí es cierto que no se busca la JUSTICIA, la PAZ, la LIBERTAD y la DIGNIDAD de los que aquí vivimos…
  
Querida Europa:

Amor y desamor conviven en mis manos. Confusión a raudales me llega al Mediterráneo salado, azul y cálido que corre por mis venas, con el aroma del pan recién hecho y el perfume del trabajo tranquilo. Te escribo, Europa, desde la duda.

Me gusta la vida, la reflexión abierta, la comunicación de los sentidos, el exabrupto de los sentimientos y, sobre todo, el saber que el hombre es el verdadero destinatario del esfuerzo del hombre que busca a Dios.

Por eso estoy confundido. Jaime Mayor Oreja, al recibir el premio AIN a la defensa de la libertad religiosa el pasado 10 de mayo, nos recordaba que los cristianos somos minoría en Europa y apelaba a que trabajásemos como tales. Somos la conciencia de Europa. Y tenemos que hacer que se nos note. Pero estamos en minoría y en desventaja.

Los cristianos moramos en el lugar donde peregrinan todas las gentes que buscan de verdad el descanso de la paz. En esos lugares hay luz: es una luz espaciosa, limpia, franca; es una luz amable; es una luz generosa; es una luz comunal, porque pertenece a todos, porque nadie quiere apropiársela y porque... no se puede envasar ni homologar ni etiquetar ni vender.

Me sorprende la capacidad que tienes, Europa, de mirar hacia afuera y pontificar acerca de lo que deberían hacer los demás, al tiempo que desconoces una buena parte de tu interior: conoces bien tu bolsillo, conoces bien tu cabeza; pero no conoces tu corazón y te estás quedando sin cara. «Así es mejor», te dices, «pues careciendo de rasgos, no hay por qué preocuparse de la belleza».  Es decir, que a día de hoy (mayo de 2014) no se puede proponer dentro de casa lo que sí se puede decir (bajito, empero) en el exterior. Todo lo que lleve el apellido de cristiano se estigmatiza y se reprueba o rechaza en Europa.

Sé que te gusta la belleza. Te gusta contemplarla, admirarla, poseerla; pero te da miedo sentirla. La compras al peso para guardarla en cajas de caudales, y te equivocas. Tienes una habilidad especial para entender cualquier negociación como una ocasión para, identificada la postura de fuerza más adecuada, provocar la confrontación, ceder lo menos posible y vencer. Por eso nos damos tantos golpes unos a otros. Mientras sigamos construyendo desde los intereses enfrentados y no a corazón abierto, estaremos fabricando una máquina en vez de engendrar un ser. Los seres se engendran en actos de amor. Y, querida Europa, de momento provienes de un acto de desamor.

A este paso no sólo de la belleza, sino de la nobleza vamos a olvidarnos. Los planteamientos contemporáneos ponen los valores al final de las acciones: no están, se van haciendo y dependen de las circunstancias o de los intereses. Los antiguos griegos entendían los valores como algo preexistente a toda acción y que marcaba sus límites. El cristianismo, desde el punto de vista filosófico, construye sobre ello -cristianismo generador de la cultura y vida europeas- y nos habla de la justicia del bien, de los caminos del bien, de la sabiduría que es el amor. El imperio de la razón utilitarista está a punto de cargarse lo que tantos siglos lleva en construcción: la idea de Europa. El relativismo cultural y social que, impregnándolo todo, nos aboca al abandono de los referentes porque nos da miedo que nos tachen de tales o cuáles. ¿Por qué nos estamos volviendo tan cobardes?

Europa, ¿no ves que te estás convirtiendo en una mera imagen virtual? ¿Por qué no quieres hacerte de verdad? Claro que, para ello, es importante recordar que el hombre que cree en Dios está en el centro de tu propia existencia. Sin humanismo cristiano no hay Europa, no existes. ¿Eres capaz de entenderlo?

El hombre no es una mera herramienta. El hombre es el fin de la Creación, el presidente de tus desvelos, el destinatario del esfuerzo del hombre. El hombre es la nación y la patria de Europa y no al revés. Ese es fundamentalmente tu problema. Porque se está construyendo un algo al margen del hombre; porque se está construyendo sobre falsos mitos y no sobre verdaderos principios; porque se está forzando al hombre en beneficio de algunos hombres.


Yo me siento estafado. Mi querida Europa, me da la sensación de llevar varios años soñando con tocar tu fuerza generadora, con besar tus manos libres, con gozar de tu conversación y, sin embargo, hemos estado en manos de unos cuantos jugadores de ventaja, que apostaban con lo que no era suyo y dejaban deudas inmensas en el casino, eso sí, a nombre de otros. ¿Me sigues?

Esos mismos que, cuando ya no tienen argumentos, te dicen que dónde está ese Dios tuyo que permite la guerra y las crucifixiones en Siria o el secuestro de doscientas niñas en Nigeria. Yo he aprendido de Mireille Al Farah, que estudia su doctorado en Barcelona, donde vive exiliada, que es siria y cristiana, que hay que recordar lo que dice el Evangelio, «porque no seréis vosotros lo que hablaréis, sino que el Espíritu del Padre hablará en vosotros» (Mt 10, 20)... y confiar en que el Espíritu Santo responda a lo que nosotros no sabemos responder. De momento, rezo para pedir perdón e implorar ayuda.

Aguardo ansioso a recibir tu contestación. Desde el sabor azul y con la sal en los labios y en las manos, te saludo.

Jaime Noguera Tejedor
jaimenoguera@telefonica.net

Artículo publicado originalmente por Alfa y Omega