LA FAMILIA, ESPACIO PRIVILEGIADO DE CULTIVO Y CRECIMIENTO DE VALORES PARA LA PERSONA
MELITON BRUQUE GARCIA
“La PERSONA” no es un concepto abstracto que va a depender de la definición que hagamos de ella en cada momento de la historia, cosa que normalmente variará de acuerdo a los intereses que primen o a la ideología que se tenga.
Independientemente de cualquier cosa, la “Persona” es una realidad de carne y hueso que tiene unas necesidades biológicas, físicas; que está dotada de un cerebro y que, por tanto, piensa, razona, y es capaz de hacer una síntesis de lo que ve, oye y percibe con sus sentidos.
Además de esto, tiene unos sentimientos que le generan toda una serie de necesidades y apetencias espirituales.
Independientemente de todo lo que nosotros digamos o podamos pensar, la realidad está ahí y es muchísimo más compleja de lo que cada uno de nosotros opinemos. Y la realidad que nos encontramos es la siguiente:
-A pesar de que la persona es el ser más complejo del universo, a nivel físico y biológico es el más débil e incompleto: si nos damos cuenta podemos observar a un polluelo: rompe el cascarón e inmediatamente sale andando y picoteando; en pocas semanas cualquier animal se defiende completamente solo y es autónomo. El hombre, en cambio, necesita años para poder defenderse, su aprendizaje es complejo y complicado. Físicamente necesita muchos años de entrenamiento para poder encontrarse en forma.
Sicológicamente su aprendizaje es aún mucho más complicado, lento y difícil, pues tendrá que ir desarrollando todas las áreas del cerebro y educando su comportamiento de acuerdo a la madurez sicológica que va realizando.
Este crecimiento no lo puede hacer en solitario, necesita de la ayuda de un adulto que le vaya orientando, enseñando y entrenando.
En la persona no basta el hecho biológico, necesita el resto de facetas: tendrá que ir desarrollando su inteligencia, su voluntad, su autonomía, su autoestima... y todo esto deberá ir haciéndose en armonía, porque de lo contrario, puede convertirse en una especie de “monstruo”.
Una de las primeras y fundamentales bases sobre las que se va a ir armando la estructura de la persona será su propia autoestima: nadie es “algo” ni “alguien” en la vida si es que no se quiere y se valora a si mismo y, en consecuencia, si no se quiere ni se valora, menos podrá querer y valorar a los demás; esto será el motor fundamental de todo el proceso de la persona.
Esta realidad biológica y sicológica llamada “PERSONA” se realiza desenvolviéndose con los demás y contrastándose con las otras personas que le rodean. Si una persona viviera sola en el universo, no podría tener, ni siquiera, conciencia de si misma. La persona sabe quién es, cómo es y puede valorarse siempre a si misma en relación con los demás.
Esta realidad biológica, sicológica y sociológica llamada “PERSONA” tiene también unos sentimientos y unas apetencias que están más allá de lo meramente físico y sicológico y trascienden la realidad material, son los sentimientos y valores espirituales.
Hay muchas imágenes que podríamos utilizar para comprender a la persona:
a) Es como un edificio que se sostiene en cuatro grandes columnas: biológica, física, sicológica y espiritual. Para que el edificio se sostenga y crezca en armonía han de ir creciendo y fortificándose los cuatro pilares en equilibrio, pues de lo contrario se vendría abajo.
b) También lo podríamos comparar a un cuadro maravilloso que tiene elementos físicos, biológicos, sicológicos y espirituales... pero son elementos vivos, no muertos, como puede ser la pintura; este cuadro, para que esté integro, han de alimentarse todos los elementos que lo componen, ya que todos dependen entre si y están entrelazados, de forma que no pueden vivir los unos sin los otros, por eso, el momento en que no alimentamos una faceta, automáticamente mueren las otras y dejaría de ser un cuadro maravilloso, perdiendo toda su belleza y convirtiéndose en un cuadro de muerte.
Lógicamente, este edificio o este cuadro necesitan un clima adecuado, un ambiente, un trato y una atención especiales.
El aire menos contaminado y con las proporciones de elementos necesarias para vivir y desarrollarse en todos sus facetas será EL AMOR y estas condiciones, donde mejor se encuentran, es en la familia, cuya base es justamente el AMOR.
Sicológicamente no podrá encontrar un espacio mejor adecuado para su crecimiento en esta área que la familia, pues en ella va a crecer su autoestima ya que se siente valorado, querido, apoyado y es ahí donde va a poder desarrollar todas sus potencialidades y se le va a abrir a todas sus posibilidades en un clima de libertad, confianza, escucha, respeto, atención... todo envuelto en el amor de sus padres y de todas su familia.
Sociológicamente: de la misma manera, partiendo de las bases anteriormente dichas, el niño aprende a estar con los demás (a ser social) al lado de sus padres, de sus hermanos y del resto de su familia, entre la que se encuentra apoyado y tenido en cuenta; ahí va a aprender a relacionarse, a dialogar, a escuchar, a servir, a ser servido, a ser solidario, a ser generoso, a superar egoísmos, a sentirse seguro, aceptado, protegido... la familia le va a dar las bases que se le exigen a todo buen ciudadano.
Espiritualmente: Es en este clima en el que pueden cultivarse otros valores superiores, como son los espirituales, con los que la persona trasciende lo meramente material y sicológico y es capaz de orientar su vida y su misma persona con valores de entrega a causas como la Paz, la Justicia, la Solidaridad... con motivaciones superiores, como pueden ser la Fe, la Esperanza, el Amor. Todo esto nace y crece en un ambiente en el que se respiran todos estos aires, como es la familia.
Alguien puede decirme que no se puede generalizar y que hay muchas familias que dejan mucho que desear e incluso, que todo esto también suele desarrollarse en ambientes hostiles, ¡cierto! Es la excepción que confirma la regla. Por ejemplo: también vemos con frecuencia que nace una higuera en una pared de piedra, pero nadie me puede decir que ese es el ambiente y el terreno más adecuado para cultivar higos ni para que viva un árbol, de hecho pocos frutos comemos de esos árboles.
Efectivamente, también puede ocurrir que, una persona es buena y es sensible a todos los valores grandes y es capaz de desarrollar una pequeñísima semilla que le llegó por algún cauce, pero no podremos dejar de reconocer que le será dificilísimo poder dar fruto si no tiene un ambiente donde pueda crecer y desarrollarse.
De todas formas, nosotros podremos decir lo que queramos y tendríamos que demostrar con hechos, no esporádicos, sino generalizados, que la familia no es el espacio privilegiado y que hay otros espacios tan aptos y sanos como ella, en los que se pueda responder a las necesidades de esta realidad que hemos dibujado al principio, la PERSONA.
Mientras tanto no se demuestre, podemos decir con toda autoridad que la familia es el espacio, la fuerza y el ambiente más personalizante, más apto y completo que existe para el desarrollo de la persona.
La familia es la fuerza mayor que existe, en contra del ambiente destructor de valores y de aborregamiento del individuo, que lo hace una especie de taco de plastilina que queda en manos de la fuerza del momento, que llega y lo moldea a su gusto, pensemos por ejemplo en las modas y los ídolos que se montan para ellas.
Serán el padre y la madre los únicos que el niño admitirá con autoridad para aconsejarle o decirle alguna cosa, ya que, en última instancia, es de ellos de quien depende y, oponerse, podría incluso acarrearle consecuencias catastróficas.
Cuando en la familia se van cultivando y se es sensible a todos estos valores, los niveles de la sangre quedan superados, dando paso al respeto, al amor, al compartir, a la ayuda mutua, a sentirse solidarios de una misma historia y una misma causa, como puede ser la enfermedad, el triunfo o el fracaso de alguno de los miembros de la familia.
No obstante, todo esto que tenía una fuerza enorme dentro del ámbito familiar y se le daba una importancia grande, pues todos lo hemos sentido como algo fundamental para nuestra existencia, incluso era algo de lo que nos sentíamos orgullosos, sin embargo, estamos viendo como hay todo una especie de desvanecimiento, entre consentido y llorado, pero que no queremos que lo vivan nuestros hijos, pues a la hora de pensar en qué les podríamos dejar para la posteridad, una gran mayoría se conforma con que sus hijos no sufran lo que nosotros hemos sufrido, aunque todos ponemos como un valor digno de imitar nuestra postura de lucha frente a las dificultades, pero no queremos que nuestros hijos puedan sentirse orgullosos de lo mismo.
En definitiva no deja de ser una visión muy chata de la vida, pues olvidamos que ese sufrimiento nos dio una capacidad enorme para levantarnos y, gracias a esa capacidad, fuimos capaces de hacerlo, hasta el punto que eso nos sirve de motivo de orgullo, pero en la negativa que estamos haciendo del sufrimiento, hemos de pensar a dónde estamos abocando a nuestros niños y a nuestros jóvenes: ¿Les estamos capacitando para que nunca tengan que bajar la cabeza y puedan decir también ellos con orgullo que construyeron un mundo para que otros no sufran, tal como hemos hecho nosotros?
La vocación de todo hombre
No podemos olvidar que toda persona nace con una llamada fundamental: SER FELIZ. Es la gran meta o vocación que toda persona tiene; es la aspiración irrenunciable de todo ser.
El gran proyecto de una familia es educar para la felicidad y, la base de este proyecto está en la LIBERTAD, que no consiste en hacer lo que se me antoja, porque me lo ha pedido el cuerpo, o en dar rienda suelta a todos los instintos que llevo dentro y que sean ellos los que organicen mi vida, sino todo lo contrario: la LIBERTAD estará en conseguir que el individuo sea dueño absoluto de su persona, de modo que pueda responder de todo lo que hace, dice, piensa y siente y, en la medida en que es dueño de su persona, es cuando valora y disfruta de lo que hace.
Este es un camino que se va haciendo y nunca está acabado; en la medida que vamos creciendo en él, esto va generando paz y alegría interior y se va agrandado la capacidad de autoestima y de valoración de los demás.
A medida que nos vamos abriendo con la mente y el corazón y tenemos dominio de nosotros, más posibilita que nos abramos a los demás y nos demos, sin miedo ni trabas, generando la gran paz a los otros y a nosotros mismos. Esta será la mejor arma contra la depresión.
Es en el ámbito de la familia donde el ser humano aprende a ser libre, pues lo hace en el espacio del amor y es donde germinan las semillas de toda vocación.
Etapas en el crecimiento de la felicidad
En el camino de la felicidad podemos encontrar tres grandes estadios que tendrán que ir superándose con esa base de libertad, en ellos la persona irá gozando a medida que los supera, pues se dará cuenta que no vale estancarse en ninguno de los que se encuentra.:
1) Instintivo: lo más cercano y a mano que tenemos son nuestros instintos naturales. La fuerza natural de nuestro cuerpo nos empuja al egoísmo, a la comodidad, al placer, al afán de poder, a la violencia, pues llevamos metido dentro de la sangre el “ojo por ojo y diente por diente”.
Imponernos y dominar esos instintos, nos hará ser superiores a cualquier animal, que no es capaz de imponerse sobre lo que le manda el instinto natural, pero esto costará hacerse violencia, pues significa imponernos contra nosotros mismos. Es el primer estadio de educación..
La persona que no pasa de este nivel se quedará siempre haciendo lo que le pide el cuerpo, no podremos contar con ella para nada, será fatalista y jamás creerá que vale la pena cualquier esfuerzo, ya que no se va a conseguir nada; para ella solo vale la pena comer bien, dormir bien, tener dinero, un buen coche... y pare usted de contar, no le pidas más.
2) Inmediato. Hay un segundo nivel que, aunque no se ha trascendido lo material, y lo inmediato, sin embargo empieza a admitirse un esfuerzo y se mueve solo por aquello que se puede pesar, medir y contar, lo inmediato.
Piensa que todo tiene una sola causa: el esfuerzo personal y distingue a las personas por la capacidad que tienen física o intelectual, que repercute en beneficios económicos. Pero acepta que la persona es algo más que músculos o instintos.
3) Superior. Un tercer nivel es el que se encuentran las personas que son capaces de entusiasmarse con ideales, que gozan con la alegría y el progreso de sus semejantes y se comprometen en la construcción de un mundo mejor, en el que los hombres puedan ser felices.
Estas personas intuyen que la felicidad no es algo que dependa de aspectos externos o de fuerzas de fuera, sino que se genera en el interior de la persona y es algo que hay que cultivar.
La persona que es feliz, contagia a quien se le acerca, transmite fuerza, vida, seguridad, paz. La persona que es feliz vive para los demás y su alegría se aumenta con la felicidad de los otros; es como una fuente que, cuanta más agua da, más grande es. La persona que llega a este estadio genera felicidad allá donde se encuentra.
Si hemos dicho que la libertad es el marco en el que enmarcamos el cuadro de la persona o el ambiente en el que se mantiene el edificio, cuantas menos dependencias tenga, la persona será más libre y, en consecuencia, más feliz.
La felicidad es la consecuencia inmediata de amar, servir, ser fiel a la verdad, que son los valores del gran proyecto de vida de una persona.
Los valores
Venimos diciendo todo el rato que el centro de todo nuestro discurso lo ocupa la PERSONA y el horizonte de ésta es la felicidad, pero esto no es, sino el resultado de vivir amando y sintiéndose amado en un clima de libertad, en el que la persona se siente dueña de su vida y protagonista de su propia realización; los instrumentos con los que va a contar para construir este proyecto son los valores humanos, morales, espirituales que le van a ayudar a conseguir la felicidad.
Hay una pregunta fundamental que todo el mundo se hace y pasamos la vida entera intentando dar respuesta: ¿Quien soy yo?: por qué he venido, cuál es mi origen, mis raíces...
¿Qué hago aquí? El sentido de la vida. ¿A dónde voy? El sentido del futuro y de mi esperanza.
Para poder dar una respuesta adecuada, es imprescindible tener un sistema de valores como referente, con el que nos podamos orientar y con el que nos identifiquemos en un sentido u otro:
- Yo puedo optar por ser libre y me someto a una disciplina, o me convierto en un animal que se mueve a golpes de lo que manda el instinto.
- Yo puedo optar por realizar un proyecto en mi vida, de forma que mi existencia sirva para algo en este mundo, o me dejo arrastrar por la corriente y me dedico a la juerga, a la droga, o a lo que se presente en el momento que esté viviendo, sin perspectivas de ningún tipo y me convierto en una pesadilla para los demás.
- Yo puedo optar por tener un orden en mi vida haciendo una jerarquía de valores y manteniendo una disciplina, o puedo decidir vivir en absoluta anarquía.
- Yo puedo optar por ser dueño de mi persona y decido responder de mis hechos y mis palabras en completa libertad. O por el contrario decido vivir dependiente del qué dirá la gente, siendo esclavo de lo que piensan los demás y luchando por mantener la apariencia sin llegar a sentir la satisfacción de ser yo.
El hombre va aprendiendo a valorarse y a quererse en la medida en que es fiel a si mismo y crece en los valores que cree. Esto se hace acompañado de alguien que te quiere y, ¿quién mejor que tu familia?
El niño va aprendiendo imitando: con los actos repetidos va haciendo hábitos y cuando estos se mantienen, se convierten en actitudes. Una buena educación consistirá en crear coherencia entre lo que se siente, lo que se piensa lo que se dice y lo que se hace.
Hay que tener mucho cuidado con el modelo que se le presenta a imitar al niño; lo ideal sería que fuera el padre y la madre los modelos para el niño, pero si no hay valores de referencia, nos encontraremos con una persona dispersa, dependiente del ambiente exterior que impera y que será el que lo esclavice.
Es importante que no olvidemos nunca: en la educación no quedan espacios vacíos: lo que no llenan los padres y los educadores, siempre habrá otro que viene y llena el vacío que hemos dejado y, cuando ya se ha hecho, no hay vuelta atrás.
El gran proyecto de una familia es educar para la felicidad y, la base de este proyecto está en la LIBERTAD, que no consiste en hacer lo que se me antoja, porque me lo ha pedido el cuerpo, o en dar rienda suelta a todos los instintos que llevo dentro y que sean ellos los que organicen mi vida, sino todo lo contrario: la LIBERTAD estará en conseguir que el individuo sea dueño absoluto de su persona, de modo que pueda responder de todo lo que hace, dice, piensa y siente y, en la medida en que es dueño de su persona, es cuando valora y disfruta de lo que hace.
Este es un camino que se va haciendo y nunca está acabado; en la medida que vamos creciendo en él, esto va generando paz y alegría interior y se va agrandado la capacidad de autoestima y de valoración de los demás.
A medida que nos vamos abriendo con la mente y el corazón y tenemos dominio de nosotros, más posibilita que nos abramos a los demás y nos demos, sin miedo ni trabas, generando la gran paz a los otros y a nosotros mismos. Esta será la mejor arma contra la depresión.
Es en el ámbito de la familia donde el ser humano aprende a ser libre, pues lo hace en el espacio del amor y es donde germinan las semillas de toda vocación.
Etapas en el crecimiento de la felicidad
En el camino de la felicidad podemos encontrar tres grandes estadios que tendrán que ir superándose con esa base de libertad, en ellos la persona irá gozando a medida que los supera, pues se dará cuenta que no vale estancarse en ninguno de los que se encuentra.:
1) Instintivo: lo más cercano y a mano que tenemos son nuestros instintos naturales. La fuerza natural de nuestro cuerpo nos empuja al egoísmo, a la comodidad, al placer, al afán de poder, a la violencia, pues llevamos metido dentro de la sangre el “ojo por ojo y diente por diente”.
Imponernos y dominar esos instintos, nos hará ser superiores a cualquier animal, que no es capaz de imponerse sobre lo que le manda el instinto natural, pero esto costará hacerse violencia, pues significa imponernos contra nosotros mismos. Es el primer estadio de educación..
La persona que no pasa de este nivel se quedará siempre haciendo lo que le pide el cuerpo, no podremos contar con ella para nada, será fatalista y jamás creerá que vale la pena cualquier esfuerzo, ya que no se va a conseguir nada; para ella solo vale la pena comer bien, dormir bien, tener dinero, un buen coche... y pare usted de contar, no le pidas más.
2) Inmediato. Hay un segundo nivel que, aunque no se ha trascendido lo material, y lo inmediato, sin embargo empieza a admitirse un esfuerzo y se mueve solo por aquello que se puede pesar, medir y contar, lo inmediato.
Piensa que todo tiene una sola causa: el esfuerzo personal y distingue a las personas por la capacidad que tienen física o intelectual, que repercute en beneficios económicos. Pero acepta que la persona es algo más que músculos o instintos.
3) Superior. Un tercer nivel es el que se encuentran las personas que son capaces de entusiasmarse con ideales, que gozan con la alegría y el progreso de sus semejantes y se comprometen en la construcción de un mundo mejor, en el que los hombres puedan ser felices.
Estas personas intuyen que la felicidad no es algo que dependa de aspectos externos o de fuerzas de fuera, sino que se genera en el interior de la persona y es algo que hay que cultivar.
La persona que es feliz, contagia a quien se le acerca, transmite fuerza, vida, seguridad, paz. La persona que es feliz vive para los demás y su alegría se aumenta con la felicidad de los otros; es como una fuente que, cuanta más agua da, más grande es. La persona que llega a este estadio genera felicidad allá donde se encuentra.
Si hemos dicho que la libertad es el marco en el que enmarcamos el cuadro de la persona o el ambiente en el que se mantiene el edificio, cuantas menos dependencias tenga, la persona será más libre y, en consecuencia, más feliz.
La felicidad es la consecuencia inmediata de amar, servir, ser fiel a la verdad, que son los valores del gran proyecto de vida de una persona.
Los valores
Venimos diciendo todo el rato que el centro de todo nuestro discurso lo ocupa la PERSONA y el horizonte de ésta es la felicidad, pero esto no es, sino el resultado de vivir amando y sintiéndose amado en un clima de libertad, en el que la persona se siente dueña de su vida y protagonista de su propia realización; los instrumentos con los que va a contar para construir este proyecto son los valores humanos, morales, espirituales que le van a ayudar a conseguir la felicidad.
Hay una pregunta fundamental que todo el mundo se hace y pasamos la vida entera intentando dar respuesta: ¿Quien soy yo?: por qué he venido, cuál es mi origen, mis raíces...
¿Qué hago aquí? El sentido de la vida. ¿A dónde voy? El sentido del futuro y de mi esperanza.
Para poder dar una respuesta adecuada, es imprescindible tener un sistema de valores como referente, con el que nos podamos orientar y con el que nos identifiquemos en un sentido u otro:
- Yo puedo optar por ser libre y me someto a una disciplina, o me convierto en un animal que se mueve a golpes de lo que manda el instinto.
- Yo puedo optar por realizar un proyecto en mi vida, de forma que mi existencia sirva para algo en este mundo, o me dejo arrastrar por la corriente y me dedico a la juerga, a la droga, o a lo que se presente en el momento que esté viviendo, sin perspectivas de ningún tipo y me convierto en una pesadilla para los demás.
- Yo puedo optar por tener un orden en mi vida haciendo una jerarquía de valores y manteniendo una disciplina, o puedo decidir vivir en absoluta anarquía.
- Yo puedo optar por ser dueño de mi persona y decido responder de mis hechos y mis palabras en completa libertad. O por el contrario decido vivir dependiente del qué dirá la gente, siendo esclavo de lo que piensan los demás y luchando por mantener la apariencia sin llegar a sentir la satisfacción de ser yo.
El hombre va aprendiendo a valorarse y a quererse en la medida en que es fiel a si mismo y crece en los valores que cree. Esto se hace acompañado de alguien que te quiere y, ¿quién mejor que tu familia?
El niño va aprendiendo imitando: con los actos repetidos va haciendo hábitos y cuando estos se mantienen, se convierten en actitudes. Una buena educación consistirá en crear coherencia entre lo que se siente, lo que se piensa lo que se dice y lo que se hace.
Hay que tener mucho cuidado con el modelo que se le presenta a imitar al niño; lo ideal sería que fuera el padre y la madre los modelos para el niño, pero si no hay valores de referencia, nos encontraremos con una persona dispersa, dependiente del ambiente exterior que impera y que será el que lo esclavice.
Es importante que no olvidemos nunca: en la educación no quedan espacios vacíos: lo que no llenan los padres y los educadores, siempre habrá otro que viene y llena el vacío que hemos dejado y, cuando ya se ha hecho, no hay vuelta atrás.