“Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá para siempre. El pan que yo daré es mi carne, y lo daré para la vida del mundo.... En verdad les digo que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tienen vida en ustedes. [54].El que come mi carne y bebe mi sangre tiene ya vida eterna, y yo lo resucitaré el último día... .El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él... El que coma este pan vivirá para siempre. (Jn. 6,51-58)
Cuando los judíos oyeron hablar así a Jesús se escandalizaron, lo trataron de loco, de blasfemo... Hasta los mismos apóstoles se sintieron molestos y comenzaron a criticarlo; muchos, incluso, dieron marcha atrás, pues decían que era un lenguaje muy duro (Jn. 6,60-68)
Sin embargo, Jesús no suavizó el problema ni puso paños calientes, ni se retractó de lo dicho, ni intentó dar explicaciones más suaves, al contrario planteó el tema de frente: “¿También vosotros queréis dejarme?” El evangelio no lo dice así, pero se sobreentiende la respuesta: “El que quiera, tiene el camino libre y la puerta abierta, pero esto es lo que hay”
Y es que no puede haber concesiones ni rebajas en algo tan grande y tan sagrado: en algo que es el sacramento de la salvación, de la muerte y de la resurrección. ¡No valen las componendas ni los arreglos!. Dos mas dos son siempre cuatro, por más que lo arreglemos; podrá cambiarse el orden de los factores, pero el producto será siempre el mismo.
Lo malo es cuando queremos alterar no el orden, sino el valor de los factores y, pretendemos que se dé el mismo producto: (1+1=4); algo así como ocurre con el dinero: cuando una moneda tiene valor ficticio por no estar respaldada por unos fondos: la apariencia puede ser muy bonita e idéntica a las auténticas, pero cuando la posees, crea el desequilibrio, el miedo y la hecatombe.
Algo así quisieron hacer los Corintios en los primeros tiempos de la iglesia: los ricos se reunían, comían, bebían, celebraban, se sentían a gusto entre ellos, hacían sus fiestas y sus montajes religiosos creyéndose dueños de la voluntad y del beneplácito de Dios... Mientras tanto, despreciaban, marginaban, y ridiculizaban a los pobres. Pablo tiene que salir al frente y y atajar la contradicción que se está dando: “Eso no es ya la Cena del Señor” (Icor. 11,20) “Os estáis tragando vuestra propia condenación...” (Icor. 11,28).
Es que la Eucaristía ya no era expresión del AMOR DE DIOS hecho realidad solidaria entre los hermanos; eso ya no era la celebración de la vida fraterna y solidaria; eso era un montaje vergonzoso, un negocio, una vergüenza que, para colmo de cinismo, se pretendía la bendijera Dios.
Esta misma tentación ha existido siempre: “El no reconocer el cuerpo del Señor”: La EUCARISTÍA, que es el AMOR hecho celebración, la convertimos en un insulto cuando lo que existe en el fondo es el orgullo, los celos, el odio, la competencia, las divisiones, el negocio, el fanatismo u otras creencias vergonzosas para un cristiano.
Esto que se dio en los primeros tiempos de la iglesia, sigue teniendo actualidad y cuando se nos plantea la verdad, seguimos escandalizándonos cuando alguien nos muestra el contenido verdadero de la Eucaristía.
Hay algo que constantemente me planteo: ante nuestras Eucaristías, viendo lo que en ellas celebramos, cómo lo hacemos, las repercusiones que tiene en la vida... ¿Qué nos diría Jesús de nuestra actuación? Si S. pablo tuviera que escribirnos hoy una carta a los hermanos de nuestra comunidad..¿Aprobaría lo que estamos haciendo y cómo lo estamos haciendo?
En esta fiesta del CORPUS celebramos a Cristo hecho alimento, hecho Pan para que nos lo comamos y podamos alimentarnos de Él, pues quiere ser nuestra fuerza, nuestro apoyo; se ha hecho bebida que nos reconforta, nos anima, nos da ilusión, alegría...para salir de donde estamos. Y nos invita a que lo comamos, a que lo sintamos a nuestro lado, a dejarlo vivir en nosotros, a que nos comprometamos en el cambio de unas estructuras de justicia, de solidaridad, de verdad ... Pero preferimos quedarnos como espectadores, como alguien con quien no va el tema; preferimos que se quede como instrumento para fiestas y espectáculo turístico.
EL CUERPO Y LA SANGRE DE CRISTO es igual al gran regalo que Dios hace al mundo, pero éste prefiere encerrarlo en una custodia y exhibir una obra de arte, antes que salir a la calle a proclamar la fraternidad, la justicia, la verdad y la paz. Preferimos quedarnos en una contemplación de una obra de arte antes que comerlo y dejarlo que se haga fuerza nuestra para un cambio de estructuras. Hacer esto y no “reconocer el cuerpo del Señor” que acusaba S. Pablo, es exactamente lo mismo
Cuando los judíos oyeron hablar así a Jesús se escandalizaron, lo trataron de loco, de blasfemo... Hasta los mismos apóstoles se sintieron molestos y comenzaron a criticarlo; muchos, incluso, dieron marcha atrás, pues decían que era un lenguaje muy duro (Jn. 6,60-68)
Sin embargo, Jesús no suavizó el problema ni puso paños calientes, ni se retractó de lo dicho, ni intentó dar explicaciones más suaves, al contrario planteó el tema de frente: “¿También vosotros queréis dejarme?” El evangelio no lo dice así, pero se sobreentiende la respuesta: “El que quiera, tiene el camino libre y la puerta abierta, pero esto es lo que hay”
Y es que no puede haber concesiones ni rebajas en algo tan grande y tan sagrado: en algo que es el sacramento de la salvación, de la muerte y de la resurrección. ¡No valen las componendas ni los arreglos!. Dos mas dos son siempre cuatro, por más que lo arreglemos; podrá cambiarse el orden de los factores, pero el producto será siempre el mismo.
Lo malo es cuando queremos alterar no el orden, sino el valor de los factores y, pretendemos que se dé el mismo producto: (1+1=4); algo así como ocurre con el dinero: cuando una moneda tiene valor ficticio por no estar respaldada por unos fondos: la apariencia puede ser muy bonita e idéntica a las auténticas, pero cuando la posees, crea el desequilibrio, el miedo y la hecatombe.
Algo así quisieron hacer los Corintios en los primeros tiempos de la iglesia: los ricos se reunían, comían, bebían, celebraban, se sentían a gusto entre ellos, hacían sus fiestas y sus montajes religiosos creyéndose dueños de la voluntad y del beneplácito de Dios... Mientras tanto, despreciaban, marginaban, y ridiculizaban a los pobres. Pablo tiene que salir al frente y y atajar la contradicción que se está dando: “Eso no es ya la Cena del Señor” (Icor. 11,20) “Os estáis tragando vuestra propia condenación...” (Icor. 11,28).
Es que la Eucaristía ya no era expresión del AMOR DE DIOS hecho realidad solidaria entre los hermanos; eso ya no era la celebración de la vida fraterna y solidaria; eso era un montaje vergonzoso, un negocio, una vergüenza que, para colmo de cinismo, se pretendía la bendijera Dios.
Esta misma tentación ha existido siempre: “El no reconocer el cuerpo del Señor”: La EUCARISTÍA, que es el AMOR hecho celebración, la convertimos en un insulto cuando lo que existe en el fondo es el orgullo, los celos, el odio, la competencia, las divisiones, el negocio, el fanatismo u otras creencias vergonzosas para un cristiano.
Esto que se dio en los primeros tiempos de la iglesia, sigue teniendo actualidad y cuando se nos plantea la verdad, seguimos escandalizándonos cuando alguien nos muestra el contenido verdadero de la Eucaristía.
Hay algo que constantemente me planteo: ante nuestras Eucaristías, viendo lo que en ellas celebramos, cómo lo hacemos, las repercusiones que tiene en la vida... ¿Qué nos diría Jesús de nuestra actuación? Si S. pablo tuviera que escribirnos hoy una carta a los hermanos de nuestra comunidad..¿Aprobaría lo que estamos haciendo y cómo lo estamos haciendo?
En esta fiesta del CORPUS celebramos a Cristo hecho alimento, hecho Pan para que nos lo comamos y podamos alimentarnos de Él, pues quiere ser nuestra fuerza, nuestro apoyo; se ha hecho bebida que nos reconforta, nos anima, nos da ilusión, alegría...para salir de donde estamos. Y nos invita a que lo comamos, a que lo sintamos a nuestro lado, a dejarlo vivir en nosotros, a que nos comprometamos en el cambio de unas estructuras de justicia, de solidaridad, de verdad ... Pero preferimos quedarnos como espectadores, como alguien con quien no va el tema; preferimos que se quede como instrumento para fiestas y espectáculo turístico.
EL CUERPO Y LA SANGRE DE CRISTO es igual al gran regalo que Dios hace al mundo, pero éste prefiere encerrarlo en una custodia y exhibir una obra de arte, antes que salir a la calle a proclamar la fraternidad, la justicia, la verdad y la paz. Preferimos quedarnos en una contemplación de una obra de arte antes que comerlo y dejarlo que se haga fuerza nuestra para un cambio de estructuras. Hacer esto y no “reconocer el cuerpo del Señor” que acusaba S. Pablo, es exactamente lo mismo