SOMOS VULNERABLES




-Ana Maza Castillo-
El diccionario de la Real Academia define el término vulnerable: “que puede ser herido, o recibir lesión física o moralmente”. Los seres humanos, somos vulnerables por naturaleza, físicamente desde nuestra concepción hasta la muerte, en la infancia, en la vejez, somos débiles, frágiles, quebrantables ante los fracasos, por las metas no conseguidas, ante el dolor, el sufrimiento, en la enfermedad… en muchos momentos de la vida estamos indefensos y dependemos de los demás, pero también somos moral y psicológicamente débiles de ahí que nuestra integridad tenga que estar protegida por marcos morales y jurídicos. Y la debilidad en estos tres aspectos (físico, psicológico y moral) puede hacernos vulnerables también espiritualmente.
La muerte nos revela de la manera más radical nuestra vulnerabilidad, la nuestra y, en relación a las personas que amamos, ya que ellas dan sentido a nuestra vida y su muerte nos ataca directamente. Ante la realidad de la muerte podemos vivir de espaldas, enfrascados en las ocupaciones y tareas diarias, como viviendo en un sueño, o por el contrario vivir despiertos (como decía Unamuno). El hombre contemporáneo, viviendo de espaldas a la transcendencia vive de espaldas también a la muerte que se esconde a los niños, a los moribundos, no toleramos ver al enfermo cerca de la muerte.
En la actualidad, con el desarrollo del conocimiento científico, con el domino tecnológico alcanzado - día a día superado-, parece que podamos ponernos a salvo de toda esa vulnerabilidad, que está en nuestras manos y tenemos poder para hacernos invulnerables, seguros, protegidos de toda fragilidad, desvinculándonos del dolor, del sufrimiento, haciéndonos creer autosuficientes, autónomos, superhombres para los que el “fin justifica los medios” y en base a esto se realizan manipulaciones y experimentaciones con embriones humanos; se justifica el aborto como derecho de la mujer, o en el caso de que sea Síndrome de Down, por ejemplo; se destruyen embriones humanos en busca del embrión compatible o exento de determinada enfermedad y se busca una argumentación ética[1]. Todo ello queriendo demostrarnos y autoconvencernos que somos capaces y estamos en camino de hacer un ser humano perfecto, poderoso, infalible y cuando el dolor, el sufrimiento o la enfermedad extrema le alcance, se legisla la eutanasia como forma de evitar el sufrimiento propio y ajeno, que no es sino una forma de huir de la vulnerabilidad . Y se legisla así no para defender al más débil sino para asegurar la felicidad del más fuerte.
“La mayor amenaza que sufre el hombre de hoy es él mismo a causa del poder del que goza” afirma Rafael Fayos, es decir, el hombre se da cuenta que tiene poder, que puede tener más sobre las cosas pero no domina todavía su propio poder, por lo que sigue siendo, si cabe, aún más vulnerable, porque el peligro está en él mismo. Tomar conciencia o no de ello puede hacer que le lleve a proteger realmente la vulnerabilidad de la persona o por el contrario a destruirla.
Pero la realidad es que el hombre carece de recursos propios para alcanzar la perfección humana a la que aspira, todo el desarrollo científico y tecnológico tiene que estar al servicio de la humanización de la persona, del reconocimiento, defensa y promoción de su dignidad, especialmente cuando es más débil, más indefenso.

Sentido cristiano de la vulnerabilidad

Se acusa al cristianismo de “masoquista” y querer el dolor y el sufrimiento como vía de sanación espiritual o de salvación, de tener que aceptarlo con resignación porque es un deseo divino. Nada más lejos del verdadero sentido cristiano. Jesús, cuando se acercaba algún enfermo a Él los sanaba primero espiritualmente, ya que se consideraba la raíz del daño y después físicamente, con lo que sanaba de raíz la persona entera devolviéndole su dignidad. Paliar el dolor, la enfermedad es necesario, no tiene sentido alguno no hacerlo, pero aceptar que somos limitados, débiles, que va con nuestra propia naturaleza, nos hace más humildes, más humanos. Afrontar el dolor y la enfermedad más allá de la resignación, implica encontrarle sentido a esta situación vital, esto nos hace espiritualmente fuertes. Cristo fue vulnerable físicamente (lo torturaron hasta matarlo) sin embargo, no pudieron aplastarlo espiritualmente, se mantuvo fiel y fue coherente hasta el final.
Y nos dejó un programa de vida para afrontar nuestra vulnerabilidad: LAS BIENAVENTURANZAS. Cada una de ellas es una forma de vida frente a las grandes fragilidades humanas: La inseguridad, el miedo, la imagen, el dolor, la violencia, la riqueza, el poder, el sufrimiento y el dolor, el egoísmo…

“Dichosos los pobres…”
Nos libera del miedo a la inseguridad que busca encontrar la solución en las riquezas y puede caer en las redes del dinero, de las riquezas, creyendo encontrar lo que necesita para estar seguro y ser feliz, con lo que se ata a ellos poniéndolos como su dios salvador; optar por la pobreza es romper las ataduras que nos impiden ser libres y nos hacen vulnerables.

“Dichosos los que lloran…”
Nos libera del miedo al sufrimiento, al dolor, a la muerte y nos anima a buscar un sentido a la vida, a afrontar las dificultades siguiendo los pasos de Jesús. Así por ejemplo, encontramos personas que después de una grave enfermedad dicen sentirse fortalecidos; el dolor se convierte en una de las formas más eficaces de maduración de la persona.

“Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia…”
Cristo ataca el mundo de los “deseos” que llevamos dentro y que nos ata y encadena si nos dejamos llevar por ellos, nos hace vulnerables a cada novedad que sale, orientando nuestra vida hacia aquello que realmente le da respuesta a todas las expectativas que tiene. Esta bienaventuranza nos anima a liberarnos de todo lo superfluo e innecesario que nos presenta la sociedad de consumo, invitándonos a denunciar y a no participar en las estructuras injustas que oprimen a la mayoría de la humanidad, denunciando corrupciones y no aceptándolas a ningún nivel, siendo solidarios con los más empobrecidos.

“Dichosos los compasivos…”
Cristo ataca la vulnerabilidad que nos viene por la imagen externa que todos deseamos mantener, la imagen de “BUENO”, de “GRANDE”, de INTELIGENTE” que nos hace mirar a los demás por encima del hombre y nos impide comportarnos y sentirnos hermanos independientemente de nuestro origen, religión, posición social, apariencia. Nos invita a hacernos más humanos, más sensibles y más cercanos al otro.

“Dichosos los de corazón limpio…”
Cristo ataca el miedo que tenemos a enfrentarnos con la verdad de nosotros mismos, con la sinceridad, con nuestra propia realidad y con la VERDAD que pone todas las cosas en su sitio, con lo cual a cada uno nos ubica donde nos corresponde, cosa que no acabamos de aceptar en la vida y cada uno se cree el mejor y el que nunca está en el sitio que le corresponde, así rompe con la tendencia que tenemos a creernos perfectos, puros, santos, creyéndonos con autoridad para juzgar a los demás, con nuestra autosuficiencia, planteándonos la sencillez, la humildad como respuesta a esa vulnerabilidad y presentando el PERDÓN y la RECONCILIACIÓN como la respuesta más adecuada de una persona fuerte.

“Dichosos los que trabajan por la paz…”
Una de las tendencias naturales que tenemos es a la comodidad, a la no complicación, a la indiferencia pasando de los temas que nos pueden comprometer y desajustar nuestra vida. Trabajar por la PAZ es “construirla” y “defenderla” de todo aquello que la rompe, por tanto, un PACÍFICO no es el que se aguanta todo, se calla, no crea problemas, sino todo lo contrario. Por tanto, trabajar por la PAZ es romper con el instinto de la comodidad y lanzarnos a complicarnos la existencia trabajando por construir un mundo más justo y más humano, a defendiendo la vida sin excepciones, a estando al lado de los débiles, de los olvidados, de los excluidos.

“Dichosos los perseguidos por causa del bien…”
Otra de las tendencias naturales que tenemos es a vivir tranquilos, siendo aceptados aplaudidos, a vivir sin conflictos y por esta situación vital somos capaces de renunciar incluso a derechos elementales. El enfrentamiento, la oposición, la persecución nos hace vulnerables. Cristo nos libera de este miedo y nos hace entender que el destino supremo del BIEN es nuestra meta y eso ha de comenzarse aquí como antesala de lo que ha de ser el horizonte definitivo. Eso es irrenunciable y hemos de contar con la dificultad si es que queremos poner como presente lo que será definitivo en el futuro Por eso la vida solo encuentra sentido puesta de cara a la verdad, a la justicia, al amor, a la libertad y nos involucra en el desenmascaramiento del relativismo, de la mentira, invitándonos a ser coherentes con nuestra fe. Cuando el hombre se desvincula y adopta una actitud permanente en contra de la verdad, de la justicia, del amor… se hace vulnerable, y sucumbe perdido en su egoísmo y en su soledad existencial.[2]
Enfocar nuestro proyecto de vida desde el programa de las Bienaventuranzas no evitará nuestra vulnerabilidad, pero sí nos ayudará a integrarla y nos hará fuertes frente a nuestras debilidades y dificultades.
[1]Engelhard en “Los fundamentos de la bioética” (Paidós, 1.995) justifica toda esta experimentación haciendo una distinción inaceptable desde la perspectiva cristiana para la que todos los seres humanos somos personas y tenemos la misma dignidad que nos es dada por Dios. ”Las personas, no los seres humanos son especiales. Las personas tienen una categoría intrínseca moral mucho más elevada que los fetos o incluso los niños pequeños…” (pág.151-2)”No todos los seres humanos son personas, no todos son autorreflexivos, racionales o capaces de formarse un concepto de la posibilidad del culpar o alabar. Los fetos, las criaturas, los retrasados mentales profundos y los que se encuentran en coma profundo son ejemplos de seres humanos que no son personas. Estas entidades pertenecen a la especie humana pero no ocupan una posición en la comunidad moral secular ni en sí mismos ni por sí mismos..”. (pág.155) “El nivel de obligaciones debidas al feto, en la moralidad general secular, es el mismo que se tenga a un animal que tenga similar nivel de integración y percepción sensomotora” (pág.157)
[2]Para profundizar en el tema de las bienaventuranzas les aconsejo la lectura del libro de Melitón Bruque “Las Bienaventuranzas” Editado por el Centro Bíblico Verbo Divino.