3ª ENTREVISTA:



En Jerusalén con Gamaliel “Shalom” (la paz contigo), amigo San Pablo. Te doy las gracias por tu puntualidad y me alegro de conversar otra vez contigo.
Mi primera pregunta hoy es la siguiente:

Cómo te fue en Jerusalén? La ciudad ya la conocía, pues mis padres me habían llevado varias veces. No te extrañe si te digo que el centro de mi estancia fue el siempre maravilloso templo y la Escuela dirigida por el rabino Gamaliel.

Cuéntame algo de tu maestro Gamaliel. El nombre hebreo significa “Dios me ha hecho bien”. Era un hombre encantador, piadoso, pacífico y abierto; “respetado por todo el pueblo”. Fariseo de pura cepa, doctor de la Ley, hombre de gran autoridad en el Sanedrín. Él fue el que me instruyó con mucha diligencia en la Ley de mis padres, a él le debo, en gran parte, el conocimiento de la Biblia, el celo por la Ley y por las tradiciones así como su ardiente fariseísmo.

También aprendí un oficio, el de fabricante de tiendas (Hech. 18,3). Usaba las telas tejidas en Cilicia con pelo de cabra. Algunas veces yo mismo tejía la lona. Con esto me ganaba el sustento y podía vivir independientemente.

Creo, sin embargo, amigo Pablo, que no en todo estás de acuerdo con tu maestro. Ya sé a qué te refieres. Me estás recordando la actuación que mi maestro Gamaliel tuvo en el Sanedrín, cuando, al pedir a los apóstoles que dejaran de hablar de Jesús, ellos contestaron: “hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”. Decidieron acabar con ellos, pero Gamaliel, mi admirado maestro, fue quien se levantó en el Consejo, mandó que sacaran fuera a los apóstoles y dijo: “mi consejo es este: no os metáis con esos hombres, soltadlos. Si su plan o su actividad es cosa de hombres, fracasarán; pero si es cosa de Dios, no lograréis suprimirlos y os expondríais a luchar contra Dios” (Hech. 5,34-39).En esto llevas razón, querido amigo. Yo no estaba de acuerdo. Yo era mucho más radical. Pero de esto hablaremos en la próxima entrevista.