Se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección, y le preguntaron: “Maestro, Moisés nos dejó escrito: “Si a uno se le muere el hermano, dejando mujer pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano”. Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete murieron sin dejar hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿De cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con ella”. Jesús les contestó: “En esta vida hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos, no se casarán. Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son Hijos de Dios, porque participan en la resurrección. Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor: “Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob”. No es Dios de muertos, sino de vivos; porque para Él todos están vivos”. (Lc. 20, 27-38)
DIÁLOGO
Lucía.- Este domingo, Jesús nos resuelve el enigma de la muerte. ¡No es el final de un camino, es el comienzo de la vida amorosa junto a Dios!, porque dice Jesús: “No es Dios de muertos, sino de vivos”
Jorge.- Los saduceos no creían en la resurrección. Para ellos la muerte era el final de todo, y le propusieron un dilema a Jesús: “Una mujer se casó siete veces con siete hermanos que iban falleciendo”.
Natalia.- ¿Cuándo llegue la resurrección, de qué hermano sería esposa? Ellos no saben que las leyes de la tierra no son las del cielo.
Pablo.- Resucitar es encontrar la ternura del Dios Padre, de aquel Padre Bueno que esperaba el regreso del Hijo Pródigo, para hacernos una gran fiesta.
Lucía.- Nada vale que juntemos fortunas, que busquemos ser más importantes que los demás. ¡Porque eso nos aleja de Dios!
Jorge.- Si hoy sientes la bondad de Dios, ya estás gozando un poco de tu resurrección. Si eres capaz de buscar la paz y llevarla a tu casa, ya estás abrazando al Padre Bueno.
Natalia.- Nuestra fuerza, nuestra confianza está en la entrega que Jesús hizo por nosotros: ¿Te acuerdas? ¡Amando hasta el extremo, amándonos hasta el fin, entregado en la cruz!
Pablo.- Cada vez que perdonamos, cada vez que ayudamos al débil y al necesitado, alimentamos la esperanza de resucitar un día con Él.
Lucía.- Sólo teme a la muerte el que vive de espaldas a Dios, el que utiliza la violencia para convencer a los demás, el que se esconde detrás del alcohol o las drogas.
Jorge.- Dios te ama. ¡No lo olvides nunca! Todos estamos invitados al banquete de la Resurrección. ¡No te borres de la fiesta!
Natalia.- La Eucaristía de cada domingo es un adelanto de esa gran fiesta del cielo. Ven con tus padres para cargaros las pilas, unidos de la mano de Jesús.
Pablo.- ¡Ven a tu parroquia para dar gracias a Dios que tanto nos ama! “Y no vivas como un muerto”. Él siempre estará esperando desde la ventana nuestro regreso, secará nuestro llanto, perdonará nuestro orgullo, si aprendemos a decir: “Padre, me arrepiento”.