La amistad de Abraham con Dios
Christian (Cristiano o seguidor de Cristo): Alguien dijo: “El mejor regalo que uno te puede dar es su amistad”
Abraham: Es cierto. Hay muchas cosas asombrosas en la Biblia. Pocas, sin embargo, lo son más que esto: que Dios deseara ser amigo del hombre.
Christian: Y Dios te eligió a tí. La verdad es, amigo Abraham, que, viendo tu relación con nuestro Dios, he aprendido y “gustado” esa relación de amistad. Dios te llama “mi amigo”: Por poner un ejemplo: “Pero tú, (dice Isaías) Israel, siervo mío, Jacob, a quien he escogido, descendiente de Abraham, mi amigo”. (Is. 41,8).
Abraham: El caso es que yo tenía a Dios como un amigo normal. Señal de eso fue el regateo que tuve con Él cuando trataba de exterminar las ciudades de Sodoma y de Gomorra.
Christian: Siempre he gozado al ver a Dios tan cercano al hombre. Me encantaba sobremanera ver también que realizabas otra función muy importante: interceder por los que habitaban aquellas ciudades.
Abraham: Amigo Christian, yo era consciente de que Dios me quería, a pesar de las dudas y los calentamientos de cabeza que, en muchas ocasiones, causaban en mí sus mandatos, sus promesas de descendencia que tardaban mucho en hacerse realidad, y otras muchas cosas que yo no comprendía. Dios es cercano, pero inaccesible. Sus caminos no son siempre nuestros caminos.
Christian: Se te llama amigo Abraham, nuestro padre en la Fe. Eres fundamental no solo en la tradición judía, sino también en la cristiana e igualmente para los musulmanes.
Abraham: El señor es bueno conmigo. No sé por qué ha hecho que mi nombre sea conocido por tantas generaciones durante tantos siglos.
Christian: Y te seguimos recordando en este siglo XXI. Es que eres presentado como modelo de fe para el cristiano (Rom. 4,18-25): una fe que acepta la palabra de Dios, y la toma en serio; una fe plenamente confiada, que admite los planes de Dios aunque sean misteriosos y desconcertantes. Por la fe acoges a Dios mismo y su salvación (cfr. también Heb. 11,8-19). A veces me pegunto: ¿Es así mi fe?
Abraham: Doy gracias a Dios y, lo digo con plena humildad, me alegra sobremanera cuando dicen que la historia de salvación la empieza Dios con la fe y la obediencia que he recibido de Él.
Christian: Hoy te pido, padre Abraham, que ruegues a Dios para que mi fe sea como la tuya.