El sacrificio del hijo único (a)
Christian (Cristiano o seguidor de Cristo): Amigo Abraham, ¿quieres creer que no he pegado ojo en toda la noche? Me he acordado mucho de tí y le he pedido a Dios que me de una fe que, al menos, se parezca algo a la tuya.
Abraham: Yo tampoco he dor-mido mucho, pues la fe no suprime el sufrimiento, y he pensado cómo orga-nizar el viaje.
Christian: Amigo Abraham, ¿tan pronto piensas haceer lo que Dios te manda?
Abraham: Lo que Dios quiere, cuanto antes se cumpla mejor. Pienso salir la próxima madrugada, así es que me levantaré, aparejaré mi asno, llamaré dos mozos y a mi hijo, cargaré la leña del holocausto y emprenderemos el camino hacia el monte Moriah.
Christian: Te veo tan entero, tan fuerte... Admiro tu fe, tu fortaleza, tu decisión y tu plena confianza en Dios. No lo entiendes pero sigues el camino que Dios te marca, vas hacia el pais de Moriah, pero ¿conoces es el país de Moriah?
Abraham: Gracias por tus alabanzas, pero la fe es un don de Dios. No se conquista, se recibe gratuitamente. No conozco el país de Moriah. Dicen que es un país elevado y montañoso. De hecho Dios me dijo que el sacificio lo hiciera sobre uno de los montes que Él me indicará.
Se le llama también la tierra de la visión.
Christian: Ahora recuerdo haber leído que la tradición judía piensa que se trataba de la colina de Jerusalén, incluso la roca en que fue edificado el templo de Salomón. Perdona que te haya cortado pero lo he hecho por distraerte. Cuéntame más de tu viaje.
Abraham: Emprendimos el camino y al tercer día levanté los ojos y vi el lugar desde lejos; mandé a mis criados que se quedatan allí con el asno y les dije: «Quedaos aquí con el asno; el muchacho y yo iremos hasta allí, haremos ado-ración y volveremos donde vosotros.» Tomé la leña del holocausto, la cargué sobre mi hijo Isaac, tomó en su mano el fuego y el cuchillo, y nos fuimos los dos juntos. Pero mejor será seguir el día próximo, pues estoy cansado. Que el Señor me dé fuerzas.