H: Buenos días, Jesús. Acabo de leer el Evangelio y me extraña ese afán de poder, por parte de Santiago y Juan.
Jesús: El poder, el dinero y el prestigio son los tres pilares falsos en los que se asienta la sociedad. Y esto es también lo que buscaban mis discípulos, porque esperaban que mi Reino fuese como los de la tierra.
H: Pero es que ese mismo deseo ha atravesado toda la historia de la Iglesia. Hace unos días me daba una vuelta por las calles del barrio; me paré con un grupo que estaban sentados en la puerta y, como saben que yo estoy muy metido en la iglesia, sacaron la conversación sobre ella.
Jesús: ¿Y qué decían?
H: Pues lo de siempre: los tesoros del Vaticano, el poder de la iglesia… y había una con más cultura y sacó lo de la Inquisición, las Cruzadas, etc., etc. Es verdad que no todas estaban de acuerdo, incluso una dijo que también la iglesia era pecadora por estar formada por hombres y mujeres con sus propios defectos, pero es significativo que lo primero que sacan es lo del poder y lo de la riqueza.
Jesús: Te verías en un apuro, ¿verdad? Uno de los problemas más constantes que yo tuve con los que llamé para que fueran mis amigos íntimos e inmediatos colaboradores, fue precisamente eso del poder; querer ser los primeros; sobresalir; ser los protagonistas. Y eso mismo se da todavía con bastante frecuencia.
H: Contestando a tu pregunta, al principio me sentí cortado. Menos mal que llevaba la Hoja de la Parroquia, la CABRIA, y les dije: "lo que vosotros rechazáis, también lo rechazó Jesús". Les leí el Evangelio y dijeron: "sí, pero era Jesús". Les llamó la atención lo que dices: “Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen”. Una del grupo exclamó: ¡¡¡eso, eso es lo que hacen!!!
Jesús: Por eso yo sigo diciendo: "vosotros, nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos".
H: Cuando volvía ya estaba la puerta del templo abierta. Vi puesto el cartel del DOMUND y entré, miré al sagrario y te pedí por todos los misioneros y misioneras, que están dando lo mejor de su vida y no siempre con los medios necesarios, pero sí con la fuerza de la oración. Pedí también por nuestra parroquia: para que sea misionera, que nunca entre en ella esa especie de fiebre de protagonismo. Nuestra misión es servir y darnos generosamente a los demás, como tú, amigo Jesús, que has venido a servir y a dar tu vida en rescate por todos. Yo no te veía pero te sentía. Y con una cariñosa sonrisa me dijiste...
Jesús: Adelante. Adelante con ilusión y con estilo. Yo estaba contigo cuando hablabas con el grupo, como ahora estoy aquí en el Pan de la Eucaristía.
Diálogos desde el Evangelio. Domingo 29º del t. o., ciclo B
Publicado el martes, octubre 13, 2009
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