Diálogos desde el Evangelio. Domingo 5º del T.O., ciclo C (LUCAS 5,1-11)


N: Amigo y Maestro Jesús: creo que te sentirías muy contento al ver cómo la gente sencilla se agolpaba para escuchar tu Palabra en las orillas del lago de Genesaret.

+Jesús: La verdad es que sí. El mismo marco me encantaba. Es inmenso y bello el mar. Pero mucho más me llenaba de gozo ver cómo la gente atendía, clavando sus ojos en mí. Por ellos se asomaba el ardiente deseo de escuchar la Palabra del Padre, que les transmitía cercanía, comprensión, salvación y la certeza de que se estaba cumpliendo lo que se les había anunciado desde antiguo. Cuando vi las barcas mecidas por la brisa, no aguanté la tentación de montarme en una de ellas…, y así lo hice y desde allí les hablaba.

N: Y la gente tendría que acercarse a la orilla, hasta mojarse los pies para seguir escuchándote.

+Jesús: Ya sabes, amigo, que a todos nos gusta meter los pies en el agua que bordea las orillas del mar, sobre todo, si no está muy fría. Quien se llevó la sorpresa fue Pedro, cuando le pedí que remaran mar adentro para pescar.

N: Pedro era un pescador de toda la vida y, por la experiencia de no haber cogido ni un pez durante toda la noche, se resistía a empezar, de nuevo, la faena.

+Jesús: Pedro es genial. Rudo, impulsivo, pero noble como él solo. Con qué firmeza dijo: “por tu Palabra echaré las redes”. Y cuando vio la abundancia exuberante de la pesca, no se le ocurrió otra cosa que decir: “apártate de mí, Señor, que soy un pecador”.

N: Y lo hiciste “pescador de hombres”. Maestro y amigo Jesús: ¿Qué significa ser pescador de hombres?

+Jesús: En mis tiempos, querido amigo, existía la creencia de que en el fondo del mar estaba el infierno, que era el destino de los condenados. Ser pescador de hombres significaba dedicarse a salvar a los hombres de que cayeran en la desdicha de la condenación.

N: Maestro, tengo entendido que esa es nuestra misión como seguidores tuyos.

+Jesús: Así es y así lo deseo yo. Hasta otro día. Que Dios Padre te bendiga.