Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaría y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: “Jesús, maestro, ten compasión de nosotros”. Al verlos, les dijo: “Id a presentaros a los sacerdotes”. Y mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos, y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Éste era un samaritano. Jesús tomó la palabra y dijo: “¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve ¿Dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gracias a Dios?” Y le dijo: “Levántate, vete: tu fe te ha salvado”. (Lc. 17, 11-19)
DIÁLOGO
Natalia.- “Jesús, maestro, ten compasión de nosotros”. Jesús iba camino de Jerusalén y, antes de entrar a un pueblo, diez enfermos de lepra le pidieron ayuda para curar sus heridas.
Lucía.- Para los judíos, la lepra era como un castigo de Dios a las personas pecadoras. Los leprosos debían de vivir a las afueras de las ciudades y nadie los podían tocar: ¡era la Ley!
Jorge.- Los leprosos vivían un doble castigo: el de los dolores de su propia enfermedad y el dolor de vivir apartados de la sociedad, desechados por todos, lejos de cualquier abrazo amoroso.
Pablo.- “Id a presentaros a los sacerdotes”, les dijo Jesús: ¡y en el camino quedaron limpios! Jesús rompió la injusta Ley. El amor de Dios volvió a vencer al dolor y al pecado.
Natalia.- ¡Ya sabéis!: Dios nos ama, nos limpia de nuestro egoísmo, de nuestra avaricia, de nuestra envidia. Nos limpia de nuestras miserias.
Lucía.- Llevemos la gran noticia: ¡podemos cambiar la sociedad! No debemos guardarnos su mensaje para nosotros solos: “Id y presentarlo al resto del mundo”.
Jorge.- ¡Debemos de tener cuidado! La sociedad actual crea sus propios leprosos, gente a la que rechazamos y marginamos.
Pablo.- A los inmigrantes que huyen de sus países y buscan un mundo mejor, los perseguimos y apartamos de nuestra sociedad. Los jóvenes que han caído en la droga, ¿qué hacemos para salvarlos?
Natalia.- De los diez leprosos, sólo uno volvió para dar gracias a Jesús. Jesús le dijo: “Los otros nueve: ¿Dónde están?”.
Lucía.- Ya estaban sanos, ya no necesitan a Dios, pero ¿cuánto tiempo le duraría la felicidad? ¿Qué triste me pone la gente que quiere utilizar a Dios?
Jorge.- Dar gracias a Dios es reconocer su amor, es ponerte a su disposición, es convertirte en su herramienta para consolar al mundo.
Pablo.- ¿Y tu familia: la cuidas? “Papis: ¡a veces estamos todos en casa, pero nos sentimos muy lejos de vosotros! No nos dejéis mucho tiempo solos con el ordenador o la consola, nos acostumbraremos a vivir solos. ¡Queremos sentiros a nuestro lado! Os necesitamos, como a Jesús.