Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: “Zaqueo, baja enseguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa”. Él bajo en seguida, y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban diciendo: “Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador”. Pero Zaqueo se puso en pie y dijo al Señor: “Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres: y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más”. Jesús le contestó: “Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abraham. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido”. (Lc. 19, 1-10)
DIÁLOGO
Lucía.- Jesús, camino de Jerusalén, entró en la ciudad de Jericó rodeado de la gente que conocía su fama y sus milagros. Un pequeño hombre llamado Zaqueo, curioso por ver a Jesús, se subió a una higuera.
Pablo.- ¿Saben quién era Zaqueo? ¡Pero si es un tema de actualidad! Se trata de un hombre que recaudaba impuestos, y parece que pedía más de la cuenta a los pobres y a las viudas.
Jorge.- ¡Sí! Tenía la manía de vivir a costa de los demás. Pero algo maravilloso ocurrió al paso de Jesús, y le dijo: “Zaqueo, baja enseguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa”.
Natalia.- Otra vez Jesús desconcertó a la gente ¿Cómo eligió comer con un rico avaro y ladrón?
Lucía.- ¡Pues claro! Jesús vino a curar a cada uno de nuestra enfermedad: la ceguera, que nos tapa la verdad; la lepra, que ensucia nuestras acciones; la cojera, que nos aleja de la justicia; la avaricia, que nos aleja de los hombres y de Dios.
Pablo.- ¡Qué locura tan apasionante la de Jesús! Es capaz de colarse por las rendijas más pequeñas de nuestro duro corazón, para conseguir un cambio en nuestras vidas, para romper con el mal.
Jorge.- Jesús llamó a Zaqueo, y cambió su forma de ser: “La mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres….” Y hasta por cuatro veces devolvió lo robado.
Natalia.- ¿Qué no nos deja ver a Jesús en nuestros días? ¿Qué muralla tenemos? La comodidad, por no enseñarnos a tener obligaciones en casa, ni en la vida.
Lucía.- La tele y la video-consola, “porque así no molestamos a los mayores”, aunque se nos llene la cabeza de grillos.
Pablo.- La violencia, porque en casa a veces, nos enseñáis gritando. ¡Y eso se aprende fácil!. El acumular riquezas, por comprar aunque no haga falta. ¡Pero hay que ir a la moda!
Jorge.- Mi abuelita dice que hay gente que se agacha para no ver a Jesús: prefieren vivir de espalda a la realidad: “son los involuntarios”. ¡Nunca tienen tiempo para los demás!
Natalia.- ¡Otros no se bajan de la higuera! Pero recuerda: Jesús siempre nos da otra oportunidad. ¿Te animas a cambiar? Y tú, ¿eres de los que se agachan o de los que están en la HIGUERA?
INVITA A JESÚS A TU MESA