Diálogos desde el Evangelio. Domingo 2º de Cuaresma A



Lectura del santo evangelio según S.MATEO 17,1-9
En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta.
Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elí-as conversando con él.
Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús:
“Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.”
Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: “Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo.”
Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: “Levantaos, no temáis.”
Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: “No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.”


DIÁLOGO

N: Mi Querido Maestro: sabes que nos viene muy bien conocer este pasaje de tu transfiguración, en este tiempo de cuaresma.

+Jesús: Sí ¿verdad? Pues eso les pasó a mis apóstoles, especialmente al impulsivo Pedro.

N: ¿Y por qué especialmente a Pedro?

+Jesús: Te cuento, amigo. Hacía una semana que hablé a mis 12 amigos por primera vez sobre mi Pasión, pero no me entendieron. Pedro se puso a increparme diciéndome que “lejos de mí todo eso”, por lo que yo le regañé con fortaleza. Le dije que se quitara de mi vista y le llamé Satanás.

N: De todas formas, entrañable amigo Jesús, es que no es fácil entender la aceptación de la Cruz como camino que lleva a la Resurrección. El caso es que en la devoción popular abundan mucho más tus imágenes en que apareces crucificado que las que recuerdan tu resurrección.

+Jesús: Llevas toda la razón del mundo y reconozco que a ellos le costaba más porque esperaban un Mesías poderoso, capaz de liberar a su pueblo de la esclavitud de Roma y hacer de Israel el pueblo más poderoso del mundo.

N: ¿Y qué hiciste, mi Señor Jesús?

+Jesús: Todos estaban muy tristes, pues sus creencias sobre el Reino de Dios cayeron todas por tierra. El pobre Pedro estaba cabizbajo y muy preocupado por lo que le había dicho, y pensé subir a la montaña. Las alturas siempre nos acercan Dios Vinieron conmigo Pedro, Santiago y Juan.

N: Se pondrían contentísimos al verte resplandeciente como el sol y con tus vestidos blancos como la luz, hablando con Moisés y Elías.

+Jesús: Y Pedro, como siempre, no pudo callarse (genio y figura hasta la sepultura), y propuso lo de las tres tiendas, olvidándose de los que estaban en la base de la montaña y de Santiago de Juan y de él mismo.

N: Me encanta y me llena de alegría la presentación que, desde la nube, el Padre-Dios hizo de Ti: “Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo.” Y ese acercarte cuando estaban llenos de espanto, para decirles: “Levantaos, no temáis”.

+Jesús: Aprovecho esta ocasión, querido amigo, para decirte a ti y todos los que, en esta Cuaresma, quieran caminar conmigo y prepararse para la gran Fiesta de la Pascua: todos podéis contar conmigo; estoy a vuestro servicio. Vuestra vida puede transformarse, transfigurarse, hacerse sal y luz en medio de esta sociedad demasiado materializada y pegada al bienestar. Podéis ser fermento de paz, de justicia, de amor y de solidaridad. No podéis estar estancados o metidos tranquilamente en “vuestra tiendecita” viviendo vuestra fe, subidos en “vuestra montañita”, donde nadie os cuestiona ni os piden adoptar compromisos, especialmente a favor de los desheredados de todo…

N: Lástima, querido Jesús, que se nos vaya el tiempo. Que te escuchemos, como nos dice Dios en esa presentación que hizo de Ti en lo alto de la montaña. Ábrenos los oídos del corazón para escucharte y fortalece nuestra voluntad para poner en práctica tu Palabra. Te queremos, amigo Jesús, y necesitamos tu compañía para hacer nuestro camino.