Es preciso recordar que el segundo relato de la creación data del siglo X antes de Cristo. Por consiguiente es bastante más antiguo que el primero.
P: Ya recuerdo. El relato es mucho más simple, pero no es menos llamativo. “Dios hizo el cielo y la tierra pero, por no haber llovido, no había matorrales, ni hierba en el campo, ni había hombre que cultivara el campo. Hizo barro y con él modeló al hombre”. ¿No te parece demasiado infantil creer que Dios hizo al hombre de barro?
R: Llevas toda la razón. Creo que hoy ningún creyente sensato imagina al creador ejerciendo de alfarero. Lo que pasa es que el autor sagrado no sabía (ni podía saber) nada de las teorías evolutivas. Lo que a él le interesaba era expresar, de alguna forma, que todo cuanto existe –y también el hombre y la mujer -viene de Dios.
P: Creo que está clarísimo que lo que nos cuenta la Biblia sobre la creación del hombre no fue así, pero yo digo: ¿dónde se inspiró el autor sagrado para presentarnos así la creación del hombre?
R: Yo creo que su misma experiencia personal lo pudo llevar a considerar a Dios como un alfarero. ¿Quién, siendo niño, no ha hecho con el barro sus propias creaciones? Es verdad que lo que pretendía el autor bíblico era presentar o suscitar una experiencia de fe en los creyentes. Y para esto se sirvió, como era costumbre y casi necesario, de los antiguos mitos babilónicos. ¿Sabes navegar por Internet? Si sabes, te aconsejo que pongas “Poema de Gilgamés” y verás los muchos paralelismos que existen con lo que nos cuenta la Biblia en estos pasajes.
P: No sé si estaré equivocado, pero creo que Dios sigue actuando en nuestra propia formación. A veces me parece sentirlo a Él, el Dios creador, recreando todo cuanto existe. También y, de forma especial, a nosotros.
R: Así es, amigo, y ojalá que siempre nos dejemos modelar por este Dios que, con tanto amor, nos sigue recreando constantemente.