En estos días nos ha visitado un matrimonio de Ecuador que conocimos hace muchos años y con los que hemos compartido parte de nuestra historia personal. Ella, Chela, desde que la conocemos ha estado dando su tiempo, sus recursos y su saber a las comunidades campesinas e indígenas de todo el Ecuador. Se ha dedicado sobre todo a acompañar los procesos de los grupos campesinos y de mujeres. Ha luchado codo con codo con sus dirigentes para conseguir mejoras para las comunidades rurales, ha enseñado a muchas generaciones a luchar por sus derechos, a valorar la tierra y a rescatar los conocimientos ancestrales, a sembrar y cuidar los cultivos andinos, a conocer las leyes que gobiernan su país y a poner en práctica lo justo de ellas, denunciando siempre lo injusto de las mismas.
En estos últimos años está luchando en Ecuador contra la política minera que está desplegando el gobierno actual de Correa, política que está invadiendo tierras, contaminando ríos, despojando a los pobladores de su espacio vital y trayendo a la zona de la sierra la violencia, la inseguridad y la destrucción del medio ambiente de una de las regiones más bellas del planeta. Este compromiso que ella ha vivido siempre como una opción de vida, le ha traído problemas hasta el punto de haber recibido amenazas para obligarla a dejar de lado estas actividades. Últimamente hasta le ofrecieron un alto puesto en el MIES (Ministerio de Inclusión Económica y Social), puesto que rechazó por no traicionar sus principios. Principios que la han hecho ser quien es, entre ellos está su fe, su deseo de seguir sirviendo a los demás, de ser samaritana entre los suyos llevando el mensaje siempre actual de Jesús de Nazaret.
En este largo camino se encontró con Koldo, misionero español que llegó a Ecuador para dar parte de su vida. Se conocieron y se enamoraron. Desde entonces él adoptó a este país como patria y a Chela como compañera de fatigas y alegrías. Juntos han seguido compartiendo sus ideales hasta el día de hoy. Koldo se interesó por la agricultura y estudió para poder ayudar a los campesinos a mejorar su producción, su tierra, en definitiva sus vidas y la de los suyos. Se especializó en agroecología y ha impulsado este tema hasta el punto de poner en marcha varios mercados de productos ecológicos donde no hay intermediarios y la producción llega al consumidor a buenos precios. Está convencido de que si mejora la alimentación evitando pesticidas y otros productos que ya sólo se usan en los países del Sur, mejorará la salud y la calidad de vida de los habitantes de estas tierras.
El reencuentro con ellos ha sido agradable, hemos recordado muchas experiencias vividas en la sierra ecuatoriana: las mingas o trabajo gratuito de las personas que componen las comunidades de allá, la capacitación de las madres de las guarderías, la formación de los campesinos, las marchas para reclamar mejoras, .. y sobretodo las horas de amistad compartidas. Hoy hablando con ellos recordábamos las frases de Bertolt Brecht que musicó Silvio Rodriguez hace bastantes años: “Hay hombres que luchan un día y son buenos; hay otros que luchan un año y son mejores; hay otros que luchan muchos años y son muy buenos. Pero están los que luchan toda la vida y esos son imprescindibles”.
Hemos conocido a mucha gente que se comprometió, que se entregó por lo que creía, que luchó tenazmente, pero que el paso del tiempo desgastó su energías, quemó su ilusión y se acomodó en el conformismo resignándose y claudicando ante la realidad de injusticia y desigualdad imperante, mimetizándose con el sistema, olvidando la austeridad y el estar permanentemente al lado del pobre, del que menos puede, viendo a Cristo encarnado y sintiendo su frío, su hambre y sus sufrimientos. Sin embargo Chela y Koldo, junto a otros tantos valientes, aún se dejan la vida en el camino renunciando a seguridades, comodidades, estatus, poder o reconocimiento, son los verdaderamente “imprescindibles”, pues sin ellos en este mundo gobernado por el mercado y sus lacayos no habría luz ni esperanza, no habría un camino que seguir, no habría Utopía.