Hacia Dios por los caminos de la Biblia, nº 48


La torre de Babel (b). La confusión de lenguas. 

R: Creo muy conveniente leer el texto, por lo que lo he transcrito aquí para facilitar su lectura. 

“Y el Señor dijo: «Puesto que son un solo pueblo con una sola lengua y esto no es más que el comienzo de su actividad, ahora nada de lo que decidan hacer les resultará imposible. Bajemos, pues, y confundamos allí su lengua, de modo que ninguno entienda la lengua del prójimo». El Señor los dispersó de allí por la superficie de la tierra y cesaron de construir la ciudad. Por eso se llama Babel, porque allí confundió el Señor la lengua de toda la tierra, y desde allí los dispersó el Señor por la superficie de la tierra”. (Gn. 11,6-9). 


P: Estás en todos los detalles. 

R: Es que siempre he tenido como una especie de obsesión por que los cristianos conozcamos nuestro Libro, que contiene la historia del Dios que nos quiere con locura. (Perdón). Pero sigamos con nuestro tema. En primer lugar he de decirte que la palabra “babel” es de origen babilónico y significa “puerta de Dios”. Lo que pasa es que el autor de este pasaje desconocía el idioma babilónico y nos dice: “se la llamó babel porque así confundió el Señor todas las lenguas”. 

P: Entonces –digo yo- ¿es que el autor sagrado pretendió ejercer de filólogo? 

R: Nada de eso. Está aludiendo al pecado del hombre y a la reacción de Dios. Pero tenemos que dejarlo para el día que viene. 

P: ¿Sabes una cosa, amigo? Que estoy gozando con esto de la torre de Babel. Yo solo me había quedado con lo de la confusión de lenguas, pero es que, además, lo creía al pie de la letra. Me sorprende ver lo que dice el autor sagrado y lo que nos quiere decir. Es una auténtica catequesis. 

R: A mí me estás haciendo gozar con eso que me dices. Vamos a seguir. No hace mucho que hemos celebrado el día de Pentecostés y hemos visto cómo allí ocurrió todo lo contrario que en babel. San Pedro hablaba en su propia lengua y todos los que estaban allí: pardos, medos, elamitas, habitantes de Mesopotamia, de Judea y Capadocia, del Ponto y Asia, de Frigia y Panfilia, de Egipto y de la zona de Libia, forasteros, judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos lo entendían en su lengua respectiva. (Hech. 2, 9-11). 

P: Una escena impresionante, en la que se ve la gran diferencia entre Pentecostés y Babel, y yo me pregunto: ¿por qué esta diferencia? 

R: Lo que marca la diferencia es el AMOR. El pecado divide a los hombres, nos aleja de Dios y de los hermanos. Necesitamos un corazón que funcione al ritmo del corazón de Dios, que es amor. Que el Espíritu sople sobre nosotros. 

P: Ojalá que así sea.