Una Historia de Amor. Introducción
Con este domingo 1º de adviento empezamos un nuevo Año litúrgico. Durante el año anterior vimos, en esta sección, los once primeros capítulos del libro del Génesis, a los que llaman la Prehistoria bíblica. Este año trataremos de encontrarnos con Dios por los caminos de la Biblia, empezando en el capítulo 12 del Génesis. La Biblia contiene la Historia de la salvación, es decir, la entrada de Dios en nuestra historia humana y en nuestra vida. Es Dios que viene para conducir a todo hombre a su fin último, a su objetivo natural, que es el Reino de Dios.
La Biblia no es un libro de ciencia, sino un conjunto de libros religiosos que nos dan a conocer la acción salvadora de Dios sobre el hombre, sobre la humanidad de todos los tiempos. Dios obra en la historia, se revela por la historia. Pero esta afirmación debe ser precisada. ¿En qué sentido puede hablarse de historia en cuanto revelación? Digamos ya desde el principio que por historia no entendemos la simple serie de acontecimientos en su sentido material, sino sólo aquellos acontecimientos que, por razón de su importancia para la comunidad, merecen conservarse. Para hablar de revelación por la historia, es menester unir dos realidades el acontecimiento y la palabra.
La enseñanza más importante, el mensaje que el Señor da en cada página, es que Dios interviene con su poder en la historia del hombre, e interviene siguiendo un plan, un proyecto determinado, desde la creación hasta el final de los tiempos.
La Historia de la salvación es la Historia del amor de Dios.
Empezaremos con Abraham, el padre de todos los creyentes; esa figura gigantesca que, atravesando toda la Biblia, ha llegado hasta nosotros. Con él aprenderemos a crecer en la fe. Abraham nos ayudará a celebrar este Año de la Fe.
Así nos lo presenta la carta a los Hebreos: 8 “Por la fe, Abraham, al ser llamado por Dios, obedeció y salió para el lugar que había de recibir en herencia, y salió sin saber a dónde iba. 9 Por la fe, peregrinó por la Tierra Prometida como en tierra extraña, habitando en tiendas, lo mismo que Isaac y Jacob, coherederos de las mismas promesas. (Hebr., 11, 8-9)
Importante, muy importante la lectura de los textos bíblicos. Necesitamos cristianos que den razón de su condición, con un testimonio fraguado en el conocimiento del amor de Dios, revelado en la Biblia. ¡¡¡Ánimo!!! Encontremos a Dios por los caminos de la Biblia.