Hacia Dios por los caminos de la Biblia, nº 25

Adán y Eva expulsados del paraíso

P: Me agradó mucho el otro día cuando me hablaste del Protoevangelio. Es un signo muy significativo de que Dios no nos deja ni nos abandona, a pesar de nuestros olvidos y nuestras rebeldías. Me gustaría que hoy me hables de la expulsión del hombre del jardín del Edén.

R: Como siempre lo primero es leer el texto bíblico, que dice así: Y lo echó Yahvé Dios del jardín del Edén, para que labrase la tierra de la que fue tomado. Tras expulsar al hombre puso delante del jardín de Edén querubines y la llama de espada vibrante encendida, para guardar el camino del árbol de la vida. (Gn. 3,23-24).


P: Aunque no sea muy importante, ¿me puedes explicar eso de los querubines?.

R: Pues mira: Los querubines eran unos seres mitológicos babilónicos, mitad hombre y mitad animal, que tenían por misión guardar las puertas de los templos. Ver Ex.25,18. Pero sigamos con nuestro texto. La expulsión del paraíso expresa que se ha roto, de manera irremediable, la relación entre Dios y el hombre. El hombre sale del jardín de la intimidad de Dios.

P: Supongo que esto llenaría de tristeza al hombre, a la pareja humana.

R: Así lo creo yo. Echarían de menos aquel oír los pasos de Dios, que todas las tardes bajaba al jardín para estar y hablar con ellos, como un amigo, como un creador cercano, como un Padre. Ahora, sin embargo, el hombre llega a considerar a Dios como su rival. Las llameantes espadas de los querubines subrayan esta fractura: El pecador es un separado de Dios.

P: Menos mal que Dios nos envió a su Hijo, con quien nos devuelve la VIDA y nos recupera el ser hijos de Dios. Y ¿qué pasa con la relación entre Adán y Eva?

R: Lo vimos ya en las consecuencias del pecado: cómo el hombre echaba la culpa a la mujer, de la que dijo: “esta sí que es huesos de mis huesos y carne de mi carne”, ahora, sin embargo, la culpabiliza de lo que él mismo había hecho: “la mujer que me diste por compañera me alargó el fruto y comí”. Igual pasó con toda la naturaleza.

P: Total: que todo quedó trastornado, como está ahora ¿no es así?

R: Exactamente. El arrastrarse de la serpiente, el parto doloroso, el sometimiento de la mujer al varón, lo duro del trabajo y la muerte son fenómenos propios de la naturaleza.

P: Al ver cómo, en nuestros días, tenemos la impresión de que Dios cuenta bastante poco; que los ruidos de nuestros deseos ardientes de bienestar, de felicidad, de poder, de gloria, de autosuficiencia, impiden que “oigamos los pasos de Dios”, al ver el poco aprecio de la vida, los odios, las guerras…

R: no sigas, pues tendremos más ocasiones para hablar de esto. Lo bueno, y lo esperanzador es que DIOS SIGUE CON NOSOTROS y nos ha dejado la misión de restablecer el reino de la verdad y la vida, el reino de la santidad y la gracia, el reino de la justicia, el amor y la paz.

P: Es decir: ir rehaciendo el paraíso perdido.

R: Exacto y ADELANTE.