Diálogos desde el Evangelio. Domingo 32º del t. o., ciclo B

N: Nos dices, querido Maestro, que tengamos cuidado con los escribas. Y los retratas con realismo: su amplio ropaje; buscar que se inclinen ante ellos; ocupar los primeros puestos, etc.
Jesús: Es verdad. El caso es que me dan lástima porque conocen bien la Ley, pero se han quedado en la letra; no han calado en el espíritu. Fíjate que todo cuanto hacen va hacia el yo personal. Son autosuficientes, se buscan a sí mismos. En su comportamiento no encontrarás el menor resquicio que los oriente hacia el prójimo. Y ESE NO ES EL CAMINO QUE QUIERE DIOS.
N: Es verdad: que me admiren, que me alaben, que me reconozcan; que me distingan, que me ensalcen…Siempre el YO por delante, y todo para ensalzar el YO personal. Amigo Jesús; cuando me veas así, despiértame, dame en la cresta, no me dejes, ayúdame.
Jesús: Hay en los escribas otra cosa más grave: que devoran los bienes de las viudas, con pretexto de largos rezos. Se aprovechan de las viudas que, juntamente con los niños y los extranjeros, formaban los tres grupos de los marginados en el pueblo de Israel. A estos habría que añadir los enfermos. La falta de respeto al pobre; engañar al pobre con actos de falsa religiosidad, es de lo más grave que se puede cometer.
N: Y como ante estos hechos tú no podías callar, los escribas se convierten en tus peores enemigos y harán todo lo posible para llevarte a la cruz.
Jesús: Es verdad. Me duele y me compadezco de ellos, a pesar de que, a veces, mis palabras contra su forma de comportarse sean duras.
Como contrapartida, el caso de la viuda pobre, que echa en el cepillo del templo todo lo que tenía. POCA CANTIDAD, PERO VALIOSA. Lo dio todo; no lo que le sobraba como hacen los ricos, sino lo que necesitaba para comer.
N: Amigo Jesús: Tú me conoces; por mucho que me empeñe en ocultarte cosas, para ti soy transparente, aunque quiera excusarme y soltar, a veces, columnas de humo nada escapa de tu vista. Tú nos sondeas, Señor, y nos dices que tenemos que darnos a los demás, sin medida, sin límites, sin cálculos; darnos generosamente al estilo de la viuda del evangelio. Esto lo sabemos, pero ¿lo hacemos?