DIÁLOGOS DESDE EL EVANGELIO
N: Amigo Jesús: hoy celebramos el día de tu familia. Subiste al templo de Jerusalén con tus padres, María y José para celebrar la Pascua y allí hiciste una de las tuyas.
+Jesús: Antes de contestar te diré que el perderme en el templo no fue un acto de rebeldía. Fue mi respuesta a la llamada del Padre. Yo me sentía muy a gusto en mi familia y estoy convencido de que el clima más propicio para el desarrollo de la persona es el de la familia.
N: Es verdad. También yo tengo experiencias gratísimas, vividas en mi familia. El amor de mis padres, amor desinteresado, sin buscar nada a cambio; su entrega absoluta, sin reservas; el ambiente de diálogo, de confianza; ese intercambio de pareceres, de sentimientos y de proyecto; ese estar siempre disponibles.
+Jesús: Tienes razón, amigo. Mi larga vida familiar, pues estuve en casa casi hasta los treinta años, fue también para mí sumamente agradable. Cuando crecí y tuve que dejar la familia para cumplir la voluntad de mi Padre, me acordaba de las jornadas de trabajo que echaba en la carpintería con mi padre José y de los desvelos de mi madre, María. A veces tenía la tentación de volver a casa, pero mi amor a la gran familia y el haberme enviado mi Padre me lo impedía. Sé que mis padres no comprendían muchas de mis actuaciones, como en este caso del templo. Me consolaba, sin embargo, el saber que mi Madre guardaba todo en su corazón.
N: ¿Y cuál es tu gran familia?
+Jesús: Todos. Yo he venido para que TODOS tengan vida, y vida abundante. El deseo de mi Padre es que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. El proyecto de mi Padre es formar de todo el género humano una sola familia.
N: ¿Y con qué fuerza se puede lograr esa gran familia?
+Jesús: No hay nada más que una fuerza: la del AMOR. Y esta es también la única fuerza necesaria para que dos personas puedan formar una familia estable y duradera.
La familia siempre debe ser un proyecto de amor. Si falta esto, la convivencia se puede convertir en un infierno.
N: Maestro amigo: otra cosa serían las familias actuales, si no fuéramos tan calculadores y jugáramos más a las cartas del AMOR. Tendríamos que hablar mucho de esto, pero no tenemos tiempo. Jesús, bendice a nuestra familia.