Hoy es uno de esos días que uno siente que no debía haber amanecido, pues tienes la sensación de ser una especie de paracaidistas que ha caído en otro planeta: no entiendes absolutamente nada de lo que está pasando y llegas a plantearte si estarás loco o es la realidad la que se ha vuelto subrealista.
Por un momento le invito a hacer una abstracción mental y ubicarse en una situación concreta para ver cómo reaccionaría o si usted cree que es sensato, normal, correcto y… algo que se pueda tolerar con alegría y sin que los nervios salten por los aires.
Para escenificar el momento les ubico la situación: usted tiene prisa esa mañana porque tiene varias cosas urgentes; ha quedado a una hora con una persona con la que tienen que arreglar un problema; mientras llega la hora, usted va a una institución pública para recoger un documento que necesita con esa persona con la que ha quedado.
Usted llega y hay varias colas en distintas mesas de atención a los clientes, no sabe en cuál de ellas lo podrán atender, se acerca al señor que está en la mesa para preguntar si es allí y, antes que abra la boca para preguntar le dice uno de la fila: “No sea cara dura y haga cola como todos”. – Mire, es solo preguntar… Salta otro y dice: “A eso venimos todos, a preguntar”.
Usted agacha sus orejas y se va a la cola y aguanta ¾ de hora en la cola hasta que le toca su turno y, cuando llega, pide usted el papel que necesita y el señor de la mesa le dice sin mirarle la cara y con tono casi de desprecio: ¡”Eso en la mesa tres”!
Y allá se vuelve a hacer de nuevo cola en la mesa tres otros 25 minutos. Cuando le toca el turno se sienta y empieza a exponer el problema y una señorita muy desenvuelta se acerca al señor de la mesa y comienza a hablar con él en tono desenvuelto mientras usted mira indignado por la cara de la chica y, sobre todo por la falta de respeto del funcionario que no le ha dejado expresarse y le ha cortado la exposición de su problema.
Mientras hablan, usted se mira el reloj preocupado pues dejó el coche en un aparcamiento dudoso y ve que el tiempo se prolonga…
Termina la conversación la chica y retoma el empleado la atención: “A ver, ¿qué era lo que deseaba?” Cuando está iniciando la exposición del problema, se acerca de nuevo otro señor, saltándose la fila y todos los protocolos y le entrega unos papeles pidiéndole que se los haga llegar al Director, pues es algo muy urgente. El empleado se levanta, se pone a hablar con el tipo que ha llegado, se va con él por una puerta y asoman a los 20 minutos los dos muy contentos y felices. Mientras usted permanece allí sentado como un idiota con los nervios hechos polvo.
Cuando usted ha terminado de exponer su problema y de decirle toda la urgencia que tiene, el señor de la mesa le dice que ese problema tiene usted que exponérselo al Director ya que él no tiene competencia para solucionarlo.
Usted se levanta a toda prisa pues ya no le queda tiempo ni para discutir por lo que le han hecho y se va en busca de su coche que dejó en un aparcamiento inseguro y, efectivamente: el coche se lo ha llevado la grúa. Tuvo que llamar al señor que lo esperaba diciéndole que le había sido imposible estar a la hora que habían quedado y tuvieron que concertar otra cita.
Como no sabe dónde está el depósito de los coches que retira la grúa, se va al Ayuntamiento y en la mesa de información hay un policía municipal a quien le pregunta dónde está el lugar donde dejan los coches retirados de la calle y el policía le dice que esa no es su competencia, que tiene que ir a las oficinas de la policía local que están en el otro extremo de la ciudad; coge otro taxi y se presenta en las oficinas de la policía local y allí le hacen rellenar una serie de datos para poder recoger su coche y pagar la consiguiente multa: 250 € más 75 € por los servicios de grúa.
De nuevo coge otro taxi para que lo lleve al depósito donde está guardado su coche donde le hacen, de nuevo, rellenar otra serie de datos para retirar su vehículo; cuando se encuentra con el ve que tiene un faro roto y una rozadura en la puerta delantera izquierda. Pregunta qué ha pasado y le dicen que el coche estaba así, que ellos no han hecho nada. ¿A quién protestar? Es tu palabra contra la de ellos.
Si yo le cuento esto me va a decir que es sub-realista la situación, que eso no se puede dar, pues yo le digo que sí, solamente cambian unos detalles muy simples: hasta el momento de llegar a sentarse en la mesa para exponer el problema todo es tal como se lo cuento, la llegada de la señorita y del señor cambiaron de forma: no se pasaron la fila físicamente, sino que lo hicieron tecnológicamente: hicieron lo mismo pero por teléfono. Y a estos nadie les dijo que tenían la cara muy dura y todo el mundo ve muy bien que esto pase y lo considera normal, pero un servidor, no pudo hacer su gestión, le retiró el coche la grúa y se pasó toda la mañana corriendo de un lado para otro, le costó la broma más de 300 € y no pudo hacer nada.
Sentía toda la rabia acumulada contra ese aparato que le llaman móvil y que tiene enganchada un montón de gente, que es lo más mal educado e intruso que existe, que rompe la comunicación y hace que cada vez las personas dejemos de ser más humanas comunicándonos.
Cuando iba por la calle y veo a más del 90% gesticulando y hablando como locos tengo la sensación de encontrarme en un mundo que se ha convertido en un manicomio en el que hemos hecho de ese intruso un elemento vital de forma que ya no podemos salir a la calle sin él y le hemos dado toda la autorización para que se meta en medio y corte cualquier momento de encuentro y hasta de intimidad. ¿Qué le tengo fobia al teléfono? ¡¡De ninguna manera!! Creo que es un instrumento de comunicación maravilloso, pero como todas las cosas, cuando el uso lo convertimos en abuso, se revuelve contra nosotros y nos hace esclavos de él y se convierte en instrumento de incomunicación más que de comunicación.