N: Mi querido Maestro: vimos el domingo pasado la presentación que hiciste de tu programa. Un proyecto de liberación. Lo que no me explico es la reacción de tus paisanos. Hay que ver la que liaron; hasta te llevaron para despeñarte por un barranco. Y yo me pregunto: ¿por qué?
+Jesús: Hay varias causas: mis paisanos conocen muy bien el texto que yo cité, tomado del profeta Isaías (Is. 61 1-2), y se dieron cuenta de que suprimí un verso que habla de “el día de venganza de nuestro Dios”. Los que esperaban que Dios vendría a salvar solo a los judíos y emprender acciones de venganza contra los gentiles, se sintieron muy molestos al darse cuenta que yo me había saltado eso de la venganza de Dios.
N: Es decir: que pretendían que “el año de gracia” fuera solo para ellos.
+Jesús: Exactamente. No comprendían que Dios es Padre de todos, y que no me envió para salvar a unos y condenar a otros.
Pero, además, les sentó muy mal cuando les dije: “hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”. De ninguna forma podían admitir que el enviado del Padre fuera el hijo de María y de José el carpintero, al que conocían desde siempre. Ellos esperaban un Mesías al estilo de Moisés o de David. Un rey poderoso, el más poderoso de todos los reyes de la tierra.
N: Claro que no les sería muy fácil admitirte a ti como Mesías.
+Jesús: Eso es verdad. A esto hay que sumar lo de la viuda de Sarepta y la curación del leproso Naamán el sirio. Eso de abrirse a los gentiles no entraba en las molleras de muchos judíos.
N: Y tampoco entró en la mentalidad de muchos cristianos. Hay que ver los disgustos (y los palos) que tuvo que sufrir tu apóstol Pablo…
+Jesús: Tienes razón. Tenemos que ser más abiertos. Ninguna raza ni religión alguna pueden pretender que tienen a Dios y la Verdad como una posesión particular. Dios es Padre de todos, por lo que no es patrimonio exclusivo de nadie. ¿No te parece, amigo?.