Diálogos desde el Evangelio. Domingo 4º t. o. A



Lectura del santo evangelio según S. MATEO 5,1-12A
En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles:
“Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.
Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.
Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.
Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios.
Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.


DIÁLOGO

N: Amigo Jesús: Te sentirías lleno de alegría al ver cómo te seguía tanta gente.
+Jesús: Es verdad. Con su presencia multitudinaria suscitaban en mí una gran alegría. Me seguían esperanzados. Creo que cada uno, en el fondo, buscaba la felicidad que les faltaba; y digo “que les faltaba”, porque entre ellos no se encontraban muchos sabios, ni muchos poderosos, ni muchos aristócratas, ni muchos ricos…
N: ¿Y por qué te seguía solamente la gente baja?
+Jesús: Es muy sencillo, mi amigo y compañero: los ricos, los sabios según el mundo, los poderosos, los que lo tienen todo y no carecen de nada…todos esos se sienten felices, y se moverán únicamente cuando vean en peligro la situación privilegiada en que se encuentran.
N: Claro, Señor Jesús; por eso te seguían los fariseos, los saduceos, los poderosos del templo, “para ver en qué podían cogerte”. El mismo Pilatos temía que levantaras a la gente contra el imperio. Y no digamos Herodes…
+Jesús: Así fue durante casi tres años. Sin embargo, aquella muchedumbre que me seguía suscitaba en mi corazón un sentimiento de compasión, por lo que les manifesté abiertamente quiénes eran los “felices según el Padre Dios”.
N: Querido Maestro: Por favor, ¿y quiénes son los felices?
+Jesús: Muy bien, pero de antemano te digo que las bienaventuranzas no son normas, sino actitudes.
Felices son los pobres de espíritu, los que eligen ser pobres para entregarse libremente a los demás. De Dios solo esperan a Dios.
N: Claro, amigo Jesús, los que carecen de todo no pueden ser felices.
+Jesús: Claro, amigo. Y sigo: felices los sufridos, los que no son violentos ni agresivos en medio de este mundo donde impera la violencia.
Felices los que lloran, porque ven a otros que padecen injustamente sufrimientos y marginación, ansían y se esfuerzan por lograr otra sociedad donde la felicidad sea patrimonio de todos.
Felices los que tienen hambre y sed de justicia: quieren y luchan por un mundo más justo y más humano.
Felices los misericordiosos, los que se compadecen “de corazón” de los que sufren. Hacen propios los padecimientos y las desgracias ajenas. Se parecen mucho a Dios, que es misericordioso.
Felices los limpios de corazón, los que no tienen doblez; no van con dos caras por la vida; rezuman la sencillez y la transparencia. Son incapaces de poner zancadillas.
Felices los que trabajan por la paz, conciliadores y reconciliadores natos. Sembradores de comprensión, de entendimiento y de fraternidad. Son agentes de la paz, que solo se dará cuando y donde crezca la justicia.
Felices los perseguidos por causa de la justicia. Estos nunca responden violentamente. No son revanchistas. Quieren vencer el mal con el bien.
Felices vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.
N: Gracias, amigo Jesús. Lástima que no tengamos tiempo para ir desglosando cada una de las bienaventuranzas. He visto claro que si quiero seguirte tengo que encarnar en mi vida las bienaventuranzas. Te pido que la parroquia sea la comunidad de las bienaventuranzas.