Estaba Juan con dos de sus discípulos y fijándose en Jesús que pasaba, dijo: “Éste este es el cordero de Dios”. Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y al ver que lo seguían, les pregu8ntó: “¿Qué buscáis?”. Ellos le contestaron: “Rabí (que significa maestro), ¿dónde vives?”. Él les dijo: “Venid y lo veréis”. Entonces fueron, y vieron donde vivía y se quedaron con Él aquel día; sería las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encontró primero a su hermano Simón y le dijo: “Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo)”. Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo: “Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que significa Pedro)”.
DIÁLOGO
María.- “Éste es el Cordero de Dios”. Así nombró Juan El Bautista a Jesús, para que lo reconocieran y le siguieran.
Lucía.- ¡Ya sabes! A los corderos, los ofrecían en sacrificio para alabanza y perdón ante Dios. Jesús, entregaría su vida, en sacrificio, para salvarnos del pecado original.
Pablo.- Y Andrés fue el primer discípulo que siguió a Jesús, el primero que disfrutó de ese maravilloso encuentro. Sus palabras, su forma de vida y su proyecto lo convencieron.
Jorge.- Creyó en Jesús porque Jesús hablaba con autoridad. Pero no te confundas: “autoridad" no significa violencia, ¡significa coherencia!
María.- ¡Ya entiendo! No cambiaba su forma de actuar según las circunstancias, según las conveniencias. ¡Así se reconoce a un verdadero seguidor de Jesús!
Lucía.- Amor al pensar, amor al hablar, y amor al convivir con los demás. ¡Amar es vivir con la presencia continua de Dios! ¡Es sentirte herramienta de su reino!
Pablo.- Jesús nos llama. ¿Pero, sabemos distinguir su voz? Lo hace por medio de la familia, o de un amigo, o de un catequista, o de un necesitado. ¿Adivinas las voces?
Jorge.- "¡No vales para nada! ¡Eres un fracasado! ¡Estoy harto de ti!". No, esa no es la voz de unos padres.
María.- "¿Qué te pasa hija, tienes problemas, quiero ayudarte, necesitas de mí?". Sí, esa si es la voz de unos padres, o de unos amigos.
Lucía.- "¿Qué, estás aburrido? A mí que me importa, pues yo no tengo tiempo, vete a jugar solo con la consola o ve la tele, a mi déjame en paz?". No, esa no es la voz de unos padres.
Pablo.- "¡Paco no entiende las matemáticas, tenemos que ayudarlo! ¡Hay uno nuevo en el colegio, y no entiende el idioma, podemos unirlo a nuestro grupo de amigos!". Sí, esa si es la voz de unos amigos.
Jorge.- ¡Bienaventurados los pobres, los humildes, los limpios de corazón! Señor, ayúdame a distinguir Tu Palabra. Esa que escucho cada domingo en los Evangelios. ¡Apártame de la pereza y diles a mis padres que me acompañen, y ayuden a aprender a amar!